Por El Indigente.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián 2020, la película Crock of Gold: Bebiendo con Shane McGowan relata durante más de dos horas de duración, la vida del mítico y controvertido músico, compositor y cantante líder del grupo The Pogues, Shane MacGowan, a través de un viaje desde la Irlanda de sus orígenes, pasando por el Londres punk, hasta nuestros días. Se trata de un enternecedor documental producido por Johnny Depp en honor a su íntima amistad con el propio Shane y dirigido por el británico Julien Temple, icono del periodismo musical y cronista del rock, que ha filmado a figuras tan enigmáticas como Keith Richards o David Bowie y a grupos como los Sex Pistols, The Clash o The Kinks.
No estamos sin embargo aquí ante una simple biografía de un cantante o grupo musical, sino ante un largo recorrido por imágenes inéditas de Irlanda y sus sobrecogedores paisajes rurales y belleza natural, desde sus orígenes en la lucha por la independencia de Inglaterra, la hambruna del siglo XIX, la vida en los cottages campestres, la agricultura y ganadería, hasta los conflictos de los unionistas, el ejército republicano irlandés, la policía británica y el IRA, grafiados en las canciones de Shane y su compromiso con la causa, lo que en el documental queda plasmado con la entrevista que mantiene, ya mayor, con el expresidente del Sinn Fein Gerry Adams.
Pero donde el documental ahonda en las entrañas de los espectadores, es en esa zona oscura del cantante, alcohólico y drogadicto, que reconoce que no le es posible componer en estado sobrio, personaje que, según afirma el propio director, Julien Temple, es “irascible, intratable, exasperante, fascinante, espantoso, irritante, belicoso, comatoso, cascarrabias, cadavérico, imposible, imparable: filmar a Shane es como volar a través de un arco iris radioactivo, pero al final hay un caldero de oro”, rasgos de su personalidad que en el documental se proyecta a través de imágenes de archivo, de entrevistas del pasado y del presente, estas con el propio Johnny Depp, con el cantante Bobby Gillespie o su actual mujer y con unos dibujos de animación realizados por el acreditado Ralph Steadman.
Y todo a través de la música, de esas canciones de folk tradicional irlandés que Shane llevaba en la sangre y que evolucionaron desde el punk (por su influencia de los pubs cuando se instaló de Londres), hacia un sonido más tradicional con la ayuda de los músicos e instrumentos tradicionales de los Pogues; canciones influenciadas por el nacionalismo irlandés, la historia irlandesa, las experiencias de la diáspora irlandesa y la vida desmadrada de la noche londinense, cocktail al que hay que añadir, como reconoce Shane, las obras del poeta irlandés del siglo XIX James Clarence Mangan y al dramaturgo Brendan Behan.
Al cumplir los 60 años, en uno de los momentos más emotivos del documental, a Shane le organizaron un homenaje, en reconocimiento de su influencia por dar a conocer y popularizar en Londres y en toda Inglaterra, a través de lo que se llamó el “punk celta”, la canción tradicional irlandesa; allí estaban todos, desde Sinead O´Connor, pasando por Bono, Bobby Gillespie y Nick Cave, cantando al unísono como fin de fiesta la que fue señalada, veinticinco años después, una vez reditada, como la mejor canción de Navidad del siglo XXI: “Fairy of New York” y cerrar la película con un último plano de Shane en silencio, enfermo, en su mundo de fantasía, respondiéndole a su mujer, después de un largo y eterno minuto, lo que le gustaría hacer si pudiera volver a hacer vida normal: “jugar al billar”.