El nombre de Amedeo Modigliani es hoy sinónimo de prestigio. Sus cuadros alcanzan cifras astronómicas en el mercado del arte y son objeto de disputa entre los museos y coleccionistas más importantes del mundo. Sin embargo, en 1916, el pintor y escultor italiano era un desconocido cuya obra no despertaba interés.
Johnny Depp, en su regreso a la dirección tras The Brave (1997), nos sumerge en un drama biográfico que retrata la intensa y trágica vida del artista. Con un elenco encabezado por Riccardo Scamarcio, Stephen Graham, Al Pacino y Antonia Desplat, la película nos transporta al París de la Primera Guerra Mundial, donde Modigliani enfrenta el rechazo, la pobreza y sus propios demonios.
El relato se centra en 72 horas frenéticas en la capital francesa, recorriendo sus calles, cafés, galerías y tabernas, mientras el artista, acompañado por sus amigos Maurice Utrillo y Chaim Soutine, y su musa Beatrice Hastings, contempla abandonar la ciudad para regresar a Livorno, su tierra natal. La tuberculosis que lo consume, las drogas para mitigar el dolor y la locura creciente alcanzan su clímax en un encuentro con el coleccionista Gangnat (Al Pacino), un millonario con el poder de cambiar su destino.
La película fue presentada en el Festival de Cine de San Sebastián, donde no recibió buenas críticas, y también participó en el Festival de Roma y el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Depp construye una visión excesiva y surrealista de la bohemia parisina, con una narrativa fragmentada que por momentos resulta caótica. Sin embargo, la interpretación de Scamarcio destaca, mostrando a Modigliani como un genio atormentado, extravagante y fiel a sus convicciones hasta el final.
Más que una biografía convencional, Modigliani, Tres Días en Montparnasse es un reflejo del propio Depp, un alma libre marcada por claroscuros. Una película peculiar, audaz e interesante, con una estética cuidada y una ambientación sobresaliente.
