Texto by The Honest Groupie
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Yo soy una nostálgica. Por naturaleza. Por eso creo que nunca seré plenamente feliz. Echo de menos los viejos tiempos, cuando tenía 13 años y me enamoraba de alguien en la escuela y me tiraba tardes enteras llamando a todas las casas de mi ciudad – que no es pequeña – hasta encontrarle (yo parecía la hermana fea de Betty La Fea así que nunca funcionó, pero admiro mi audacia en esos tiempos – ojalá siguiese así), echo de menos cuando las parejas se conocían gracias a una sonrisa o a un discurso inteligente en vez de los putos casting de bajo nivel del Tinder, y luego echo de menos cuando se podía disfrutar de las cosas sin perderse momentos por culpa de un móvil.
Hace poco volví por milésima vez a ver Nosedive, el episodio de Black Mirror (serie maravillosa hasta que decidieron lanzar la temporada 5) donde el éxito de las personas se define gracias a la popularidad en una red social que no recuerda PARA NADA al puñetero Instagram de los cojones.
No soy tan radical como para decir que hay que vivir sin móvil o que la tecnología es caca (también me permite pagar un alquiler), pero creo que esto se nos está yendo de las manos. Así que he empezado a hacer unas pruebas para entender de verdad lo que está pasando con los móviles y nuestras vidas:
- Me he quitado Instagram (que solo tenía por trabajo obligada por mi jefe, el perfil más aburrido de la historia). Me importa una mierda saber qué está haciendo la gente, si quiero se lo pregunto. Me importa una mierda ver a gente que enseña su falsa felicidad de revista y culos perfectos que nunca tendré, me importa una mierda ver fotos de comida, quiero comérmela y disfrutarla.
- Yendo al trabajo en metro (momento donde siempre he estado pegada al móvil para que se me pasase rápido) he levantado la mirada y me he puesto a observar todo lo que me rodea y que no veía antes. VAYA TELA. Me he visto de fuera y me he agobiado. Hay un porcentaje minúsculo de gente que consigue no estar pegada al móvil con esa cara de doradas muertas. Somos feísimos cuando estamos absortos en los móviles, creedme. Tenemos todos los ojos medio cerrados y la boca hacía abajo, con una expresión triste / enfadada. He empezado a llevarme un libro (no Kindle, lo compré y lo vendí al día siguiente: soy nostálgica, necesito el olor del papel), por lo menos disfruto de algo interesante / aprendo algo / soy mucho más guapa y libre de la dependencia.
- He dejado de usar el móvil cuando estoy en compañía de amigos. Siempre viendo esto desde fuera, pienso que es una falta de respeto horrible y le pido disculpas a todos por haberlo hecho, y ahora cuando me lo hacen a mi lo paso bastante mal.
- Last but not least: el pasado viernes decidí vivir por primera vez un concierto sin móvil. Y esto sí que me ha costado, pero ha merecido la pena.
QUITARSE EL CONDÓN (OH YEAH)
Fue durante el concierto de Muse, grupo que me gustaba hace años, y que ahora me da una pereza mundial, pero me invitaron y fui a verlos, y al final me lo pasé muy bien. Admito que fue un poco difícil resistir a la tentación de coger el móvil, ya me sale automático (mierda). Así que decidí no ser radical otra vez, y me concedí:
1) Una foto (que además con mi móvil de 150 euros me salió asquerosa)
2) Un vídeo durante el primer estribillo de una canción que me gustase. Solo un estribillo (que – recordad que soy italiana – ayer llamé por error “esterilla”. Nos hemos reído mucho). En España tenéis muchas palabras demasiado similares entre ellas, y yo me lío.
Pues aquí va el resultado del test. Durante el estribillo, grabando, estaba más preocupada de:
– No cantar. Porque cuando cantas y grabas, se oye SOLO tu voz de gatito con anginas y arruina el resto. La canción era «Hysteria«, un temazo alucinante y súper sexual donde no cantar es imposible. Y no canté durante todo el estribillo.
– Enfocar el vídeo, y no ha sido posible en ningún momento gracias a mi Xiaomi modelo pobreza, así que parece un concierto con niebla en Quebec en Febrero .
– Grabar bien. Esto no es lo mío, y el vídeo está todo movido y oblicuo.
El estribillo que viví sin móvil fue OTRA cosa. Algo así cómo quitarse un condón de aluminio muy muy espeso y disfrutar de unas sensaciones alucinantes, tan fuertes como la primera vez, como para correrse en 1 segundo, ver las estrellas, marearse y no entender por qué no se te había ocurrido antes. No conozco la sensación de usar un condón pero tengo muchos amigos hombres así que estoy al tanto.
— Mensaje social: Musicalmente está bien quitárselo, lo mío solo es una metáfora, en la cama mejor usarlo que luego la liamos y llega la OMS a bloquearme el perfil y yo soy muy cagueta y ya me veo en la cárcel en cadena perpetua por esto. USE CONDOM y fuera —
Dicho esto: el 97% del concierto fue phone-free y (con los limites de mi miopía horrible) noté todo lo que pude: el olor a sobaco de mi vecino, el calor y la felicidad del publico, la calidad musical (hay un post aparte para esto), las luces, los bajos, las macarradas que se han inventado, y tuve una sonrisa enorme durante todo el concierto. Lo disfruté como los disfrutaba hace años. Y no me sentí nostálgica, resulta que aún sigo capaz de tener emociones.
Que además si lo pienso mejor, yo no uso Instagram y la calidad de mis fotos y vídeos es demasiado baja para compartirlas también en Facebook, de todos los vídeos de conciertos que he hecho no he vuelto a ver ni uno, y seguro que en Youtube hay mil otros de calidad mucho mejor para cuando me pongo nostálgica. Al día siguiente le envié la foto a unos amigos y a mis padres, pero creo que habrían sobrevivido sin ello.
Esta semana es mi cumple (33 taquitos ricos) y me he regalado un buen polvo/concierto como Ben Harper en las Noches del Botánico. Uno de mis cantantes favoritos (nunca visto antes por unos sliding doors de mi vida) en uno de mis escenarios favoritos. Tengo ya la clave para disfrutar de verdad así que me voy a llevar el móvil solo por si pierdo a mis amigos (muy probable). No pienso perderme ni un minuto más.
Pensadlo, haced la prueba, olvidad el maldito móvil durante vuestro próximo concierto, y a disfrutar de un BUEN POLVAZO (musical), que todos nos lo merecemos (y el mundo sería un lugar mejor).