Por Irene Naranjo

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Mucho ha llovido, veinticuatro años exactamente, desde que una jovencísima Gwyneth Paltrow se metió en el papel de Emma. Un personaje que fue descrito por su madre literaria con las siguientes palabras: «Voy a elegir una heroína que, excepto a mí, no gustará mucho». Jane Austen sabía que una niña mimada, caprichosa y cuyo oficio se reduce a ser una casamentera de cuidado, bien no iba a caer.

Esta heroína pasea a sus anchas por la campiña inglesa, buscando víctimas para enlazar entre té y té. Poco le interesan sus propios sentimientos (tampoco quiere abandonar a su padre). Su felicidad recae en que las parejas que ella decide se formen. Algo que a su vez conlleva el peligro de la malinterpretación. Sin olvidarnos de la importancia del caché de aquella época.

En este caso, la actriz protagonista pierde un poco la inocencia en sus rasgos. Quizás sea por el transporte continuo del rostro de Anya Taylor-Joy a aquella inquietante bruja de Robert Eggers. Sin embargo, el ambiente sigue conservando la inocencia de una película de buenos sentimientos. Esta vez renovado. Emma. vendría a ser una novela romántica de época llevada al cine con un filtro Wes Anderson de imitación. La estética, el ritmo y el irónico humor recuerdan a la manera de hacer de Anderson. Y aunque no disgusta, no llega al nivel deseado. Todo esto no quita que sea una película de fácil digestión, entretenida y de la que sales con una sonrisa. Muy apta para un domingo lluvioso.

Uno de los puntos fuertes de la película es el surtido de actrices y actores con el que cuenta. De esta forma, nos encontramos con el infalible Bill Nighy, del que ya hablaba la semana pasada con el estreno de Regreso a Hope Gap y su también compañero en la misma película Josh O’Connor; y algunas caras sacadas de series británicas como Johnny Flynn (Lovesick) o Tanya Reynolds y Connor Swindells de Sex Education.

Perfecta para activar el botón del amor.

Cartel de Emma

emma cartel