Si sigues nuestras playlist con lo mejor de cada mes, ya sabrás a estas alturas que Perro es santo de nuestras devociones, y centro de nuestras oraciones. Muy especialmente en lo que respecta al panorama nacional. Por eso su concierto del pasado jueves en la Moby Dick, que celebraba su 22º aniversario, ya llevaba su tiempo marcado en nuestro calendario.
Ese y otros asuntos de vital importancia andábamos comentando a las puertas de la sala, cuando nos llegaron los acordes de «Catán«, sinónimo de que el concierto había empezado, y nos tocaba apurar nuestras yonki latas rápidamente.
No estuvo mal tener el primer encontronazo con el grupo ya tocando sin espera previa. Sobre todo al ver el despliegue de dos baterías sobre el escenario, observación que dominó la primera impresión.
La potencia del sonido era mayor a lo que imaginamos cuando escuchamos Tiene Bacalao, Tiene Melodia, y el invento de las baterías tenía bastante culpa, tanto como el buen sonido de la Moby. Un despliegue así se habría convertido en un muro eléctrico y acoplado en muchas otras salas.
Potente era también el nivel de energía desde el mismo principio del directo, en una línea que ascendía rápidamente a medida que público y banda se iban despelotando un poco más (en un plano metafísico).
El punto de ruptura llego pronto con “La Reina de Inglaterra”, un tema que esperaba para más tarde y que en su día fue el virus que atrajo nuestra atención al disco que lo contenía, a base de apoderarse de nuestras mentes. Saciaron las ganas de escucharlo, aunque eche en falta más bailes. Pogos, si se puede pedir más. Malditos jueves.
Aún así, estábamos viendo un conciertazo. «Camiseta» fue otro de esos temas que en directo te golpean como un gancho de derechas: rápido y efectivo. Los integrantes de Perro se intercambiaban los instrumentos, tomaban sintes bajos y guitarras, mientras el batería atacaba bombos y platos en una frenética posesión. Y absolutamente todos sonaban bien. ¿Qué mierdas tiene el agua del Segura?.
Hubo intercalados varios episodios breves y espontáneos de comunicación a base de ilustrados sonidos guturales, que nos ayudaron a despejar parte de las dudas e incógnitas que tienen las encriptadas letras de Perro. También nos alumbraron con otras claves de la erudición, como que axo se dice asimismo en Badajoz.
El cierre recayó sobre un tema de su anterior “Singles Brasileñas”, en una larga despedida con un trance a base de vendavales de sonido de esos que te dejan tonto. Una guinda al manifiesto que acaban de firmar Perro, consolidando y demostrando todo lo que nos atrajo de su álbum:
Cambios de estilo y género, originalidad, humor, energía algo lisérgica y homenajes a jugadores legendarios.
Jimmy Floyd!!!… Hasselbaink!!!
PD: No sabemos todavía quién es el Porras. Lo que rodea su figura sigue siendo una incógnita para nosotros mas alla de que «es un nazi pero lo niega»
Crónica y fotos by Fernando de Torres Valentí