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El sábado tuvimos la suerte de volver a la Nasti, o como la hayan llamado ahora, para ver un concierto de psicodelia tras meses sin frecuentar la sala. De esos que tan bien organiza Holy Cuervo con el criterio del mejor sommelier de caldos psicoactivos.

Fue un placer regresar a un espacio que tan buenos y recientes recuerdos nos trae. Ese escenario casi a nivel del público, ver a los miembros de la banda pulular por ahí tras terminar el concierto, o echarte un cigarrito con ellos en la puerta comentando la jugada entre “cervessa, cervessa”. Pequeños detalles que ya disfrutamos con Dead Skelletons, por ejemplo, y que dan la sensación de estar en un club de degustadores del género.

En esta ocasión la noche era de Holy Wave, y nosotros veníamos en busca de sus golpes de exaltada contundencia que les hacen brillar sobre la psicodelia más inmersiva.

Para quienes no les conozcan, son naturales de Austin, Texas. Hoy en día una de las ciudades más prolíficas en cuanto a música se trata. Y especialmente en lo que se refiere a psicodelia, gracias a su Austin Psych Fest. Son buenas coordenadas.

Y lo cierto es que el quinteto estuvo al nivel de las referencias. Entregados desde un principio, bajista, teclista y los dos guitarristas intercambiaban sus papeles, mientras el batería, un chaval, o por lo menos con apariencia de chaval, aporreaba obcecado los platos, y murmuraba para sí mismo las letras a modo de mantra.

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Atacaban con arranques repentinos de frenetismo, sacándonos del ensimismamiento propio de la psicodelia profunda a la que estamos más acostumbrados, en encumbrados picos de intensidad. Un éxtasis que atrapaba provocándonos movimientos involuntarios, y que en ocasiones recordaba a un lisérgico guateque. Daban ganas de bailar, como en los conciertos de antaño, donde no todo el mundo miraba al escenario como girasoles al sol, y se entregaban a su propia verbena.

Por momentos el sonido se retorcía en formas aún más sinuosas, como en la hipnótica “Star Stamp”, con esa línea de bajo tan monumental en el género desde el “In- A- Gadda-Da-Vida”. Psicodelia en rama de la que te apetece para liar una fiesta, de esas con elefantes pintados con day –glo, mujeres danzando en todas las superficies y gente durmiendo en la bañera.

Un cuidado concierto gracias a la dedicación que produce en un grupo que disfruten de lo que hacen. Cosa que demostraron con gestos como traerse a un tío a hacer las proyecciones a mano y en directo. Exactamente, esas típicas proyecciones de vórtices, formas ondulantes y fluctuantes burbujas de lisérgico colorismo. Nosotros tuvimos la suerte de descubrir en directo el método de crearlas. Una experiencia de museo.

Crónica y fotos by Fernando de Torres Valentí.

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