Habría que estrujarse mucho el cerebro para recordar a un frontman tan impactante como Samuel T. Herring, líder de Future Islands. Su apabullante carisma golpeó a la abarrotada Sala Joy el pasado miércoles, un día después de su actuación en Barcelona.
Había expectación por ver en directo a la banda de Baltimore. El sold out hablaba por sí solo y las largas colas formadas en la puerta minutos antes del concierto pronosticaban un ambiente de noche grande. Era evidente nada más entrar: no había ni un hueco libre en la pista ni en los balcones superiores de la sala.
Mucha culpa de ello la tenía Singles, el último álbum de la banda publicado este mismo año, que ha supuesto su salto al gran público. Su estilo no ha variado respecto a sus anteriores trabajos, manteniéndose el synth-pop habitual capitaneado por el potente bajo de William Cashion y el teclado y arreglos de Gerrit Welmers, pero quizás los temas han tomado un matiz más atrayente, más coreables, más épicos. Se resisten a meter la guitarra en sus grabaciones y precisamente ese es uno de los puntos que les convierte en atípicos.
Lo que no ha cambiado es la actitud de Herring sobre el escenario. Es una bestia recién liberada de la jaula en la que había vivido encerrada durante años. Tiene hambre, quiere comerse el mundo. Y lo consigue. Sus armas son sus aparatosos movimientos y gestos. La atención del público recae únicamente en su persona, dejando al resto de miembros ensimismados en conseguir el mejor sonido posible, sin errores.
El manido «Sangre, sudor y lágrimas» es en esta ocasión el resumen perfecto del paso de Future Islands por Madrid. Herring lo dio todo, sudó la camiseta hasta el límite y se hizo sangre en su brazo cuando poseído por la música se tiró al, aún no se sabe la razón, cortante piso. No paró un segundo de escenificar cada uno de los acordes de sus canciones. Sus registros variaban dependiendo del ritmo de la canción. «Balance«, «Seasons (Waiting On You)» o «Back In The Tall Grass» permitían lucirse a Herring con bailes enérgicos mientras que baladas como «A Song For Our Grandfathers» suponían un cambio radical en sus gestos, pasando a sentir la canción como un puñal clavado en su pecho. En ese instante el sufrimiento se apoderaba de su cara y el público, atónito y encendido, no sabía si asistía a una obra teatral o a un concierto. Acertaríamos si lo denomináramos una combinación de ambas artes.
En directo, Future Islands ganan. Escuchar sus discos en directo es infinitamente más placentero y una experiencia idílica. Sus temas de estudio adquieren nuevos horizontes y suenan con un nivel más de epicidad. Los gritos guturales de Herring en alguno de los versos también ayudan, haciendo aumentar aún más la intensidad del sonido.
Future Islands son la demostración de que el trabajo duro es el medio más eficaz para alcanzar cualquier meta. En su caso el viaje ha sido largo y ha durado años, pero nunca han tirado la toalla ni han cejado en su empeño de alcanzar el reconocimiento que merecían. Ahora forman parte de los carteles de los festivales más importantes del mundo, como el del pasado Primavera Sound, y giran por Europa y Estados Unidos vendiendo todas las entradas en cada una de sus fechas.
El recuerdo de su concierto permanecerá un buen tiempo en nuestras mentes. Y lo mejor será optar por seguir su ejemplo: nunca dejes de creer.
Crónica by @RayVegas. Fotos by deTorresValentí.