Un ambiente cálido y confortable invadía la Sala Barts poco antes de que comenzara la proyección de Aladdin, película con rol de telonero que serviría para ir abriendo el apetito de cara a la actuación de Adam Green.
Terminado el filme, tras una suma considerable de sonrisas gracias a la versión más pervertida del cuento, dio comienzo la actuación del músico norteamericano, quién apareció de la nada en el escenario con la energía desgarbada que le caracteriza. Una abundante y completa banda le acompañaría en todo el concierto, con estilismos propios del Agrabah más contemporáneo: las camisas con chorreras, los chalecos bordados y el típico fez adornando sus cabezas potenciaron aún más la jocosidad de la puesta en escena.
Green y los suyos arrancaron con algunas de las melodías de la banda sonora. Delicadas composiciones que destacan por su brevedad pero que tocaron con mucho empeño, como “Never lift a finger” o “Me from far away”. Sin embargo, poco después nos hicieron emocionarnos de una manera más intensa al interpretar sus canciones más memorables. “Bluebirds”, “Friends of mine” y “Hard to be a girl” hicieron de hilo conductor a la etapa más brillante del artista. Con su dulce “Jessica” y enlazando con la versión de The Beach Boys, “Kokomo”, puso el broche de su setlist, transmitiendo esa dulzura desaliñada que tanto gusta de él. Además, la genial intervención de Nuria Graham en la parte final, sirvió para que juntos formaran un dueto que encandiló por completo al público, devolviendo un sinfín de aplausos como respuesta al espectáculo.
Sin duda alguna, un Señor Green de lo más simpático, efusivo y entregado a sus fans en todos los sentidos, ya que de hecho protagonizó un ‘stage diving’ divertidísimo, demostró una vez más que derrocha creatividad y le sobran medios para dejar huella allá donde pise. Bravo.
By Pilar Cachón Ferrero