Advertencia: este no es un artículo político. No es una metáfora, ni una comparación ni una suerte de analogía con ninguna realidad política de las que vivimos ahora.
Así pues no hay que leerlo bajo ningún filtro político aunque en cierta parte hable sobre eso.
Si se publica en fechas tan significativas en ese aspecto como estas, es precisamente para demostrar que los vínculos entre Cataluña y Madrid (aunque en este caso sería más conveniente decir entre catalanes y madrileños) pueden leerse desde otras perspectivas vitales que suelen ser más sanas y enriquecedoras que la política. O por lo menos que la que tenemos ahora.
Así pues, os estoy agradecido de antemano de que no leáis más allá de lo que dice, porque este texto habla de cotidianidad y de buenas experiencias vividas. De discusiones constructivas y posiciones empáticas.
Va de no juzgar las realidades ajenas por lo que leemos, sino de vivirlas “in situ” y dialogando con las personas correctas, tanto si eres el nuevo como el que recibe al recién llegado.
Va de saber que más allá de pensamientos de orden territorial, convivir con una ciudad y con su gente puede ser una grata experiencia que ayude a poner las cosas en perspectiva. Y esa experiencia depende de muchas cosas que van más allá de leyes, mapas y banderas de los colores que sean.
Así pues, desde la óptica de un catalán que ya se ha ido, os contaré las 5 cosas que más echo de menos de Madrid.
Caña + tapa
¿Por qué obviar los clásicos? La tapa con la caña, aunque no exclusiva de Madrid, es una de las grandes sorpresas que te depara la ciudad cuando aterrizas en ella. Aunque ahora suelas escuchar “en algunos bares de Barcelona ya lo hacen” o en Madrid te digan “lo de ahora no es nada, antes era mucho mejor”, ni caso. En Barcelona no lo ves así que por poco que sea lo que te den fuera, lo agradeces.
Sabes que has llegado al segundo nivel cuando en un bar te presentan una tapa de surtido de frutos secos. Si esto te hubiera ocurrido en Barcelona dirías “mira qué majos”. En Madrid piensas “¿qué es esta mierda? ¿y mis croquetas? ”. Y es que a lo bueno rápido te acostumbras.
El agua del grifo
Cuantas veces nos olvidamos de los lujos tan solo porque se han convertido en cotidianos, ¿verdad? Hasta que no están. Nada como la ausencia para darle valor a algo o a alguien.
Ese tesoro transparente que brota de los grifos madrileños nos falta en Barcelona. Habrá quien prefiera a Messi y quien prefiera a Cristiano, pero la cuestión del agua del grifo no es discutible, gana Madrid. Habrá algún paladar extraviado que sabrá apreciar las notas de cloro con fondo de plomo del agua barcelonesa, pero serán los menos.
Atrévete a olvidar en Barcelona el agua embotellada para aliviar tu resaca e intenta pasarla con agua del grifo. La única ventaja que obtendrás es que acelerarás tu destrucción y por tanto tu tiempo de sufrimiento.
Efecto espejo
Algo divertido de llegar a Madrid desde Barcelona es comparar los símbolos y darse cuenta de que al final parece que nos acogemos a las mismas cosas a la hora de identificar nuestras ciudades. Y obviamente lo de cada uno siempre es mejor.
El ejemplo más claro lo tenemos en el fútbol, pero hay otros aspectos. La presencia / ausencia de playa, los barrios significativos (Malasaña / Gràcia, distintos aunque se les suela identificar a uno con otro), o los chistecillos a costa de los Juegos Olímpicos.
He dejado para el final el debate de la cerveza, el de Mahou o Estrella, solo para darme el lujo de anunciar que no hay color, Estrella gana. Pero bueno, que aunque nos peleáramos durante siglos sobre esto, al final han llegado los gallegos con su Estrella Galicia para demostrarnos sin lugar a dudas cual es la mejor cerveza industrial del momento.
Ir de cañas
Volvemos a las cañas, el deporte más típico y sano practicado aquí. El hecho de tomarse unas cervezas en un bar no es que sea algo exótico para un catalán, pero el concepto “ir de cañas”, sobre todo a la salida del trabajo, ya implica unas normas no escritas que sí que sorprenden más, como por ejemplo el no saber cuando ni como vas a acabar (siendo un martes o un miércoles) o el hecho de que ese “ir de cañas” acabe siendo más una actividad cotidiana que una divertida anécdota puntual.
Vivir en esa especie de incertidumbre “sanoalcohólica” que además puede presentarse en cualquier momento y sin previo aviso es sin duda alguna uno de los mejores recuerdos de la ciudad. Si juntamos todo esto con el primer punto, convertimos el ir de cañas en un maldito sueño hecho realidad.
Las “discusiones”
Un grato recuerdo, de los mejores, es el encontrarte con personas en las antípodas (casi, claro, sin llegar a extremos) de tus ideas políticas y poder llevar a cabo un diálogo en el que se habla y se escucha.
Esa gran sensación de estar jugando “fuera de casa”, hablar sobre estos temas con alguien con quien ves que no estás de acuerdo en nada y aún así sentirte acogido por él o ella o sencillamente cómodo, sabiendo que por encima de todo eso primará el respeto e incluso alguna dosis de humor a costa de cualquiera de los dos. Incluso con personas a las que acabas de conocer.
Seguro que habrá en Madrid y en Barcelona personas con las que no se puede hablar, que se enrocan, que exponen pero no intercambian ideas. Que no dialogan, batallan. Pero esas no son las ciudades que yo he vivido.
Tuve la suerte de poder hablar de todo con todos y todas los que se cruzaron en mi vida allí. Soy catalán, así que había un tema que siempre salía a colación. Exacto, ese tema. Y nunca tuve problema alguno.
En definitiva, si echo de menos esas “discusiones” en Madrid es porque son la prueba más viva de que al final los que no tocamos poder somos los que mejor podemos entendernos. Quizás somos capaces de sobrepasar ciertos aspectos que van más allá de que tu bandera tenga un escudo o una estrella porque tenemos claro que la vida son más cosas.
Y por eso hoy no hablamos de política.
PD: Dedicado a las personas que me llevaron a Salamanca a escuchar en directo mi canción favorita.
By Salsa Secreta