Charles Bradley era el soul. No podía hacer otra música que no fuera ese género, porque todo en él, todo lo que hacía en su vida, era de corazón. Su alma descansa ahora en otro lugar, alejada del mundo que tantas lágrimas derramó con sus canciones. Porque, tras meses de lucha contra el cáncer, Charles Bradley nos dejó ayer a los 68 años. Unos meses atrás tuvimos la esperanza de que su recuperación estaba cercana. Y sí, joder, lo deseábamos con todas nuestras fuerzas. Pero no fue posible.
Hace seis años logró su sueño, el de publicar un disco. Lo había buscado desde pequeño, quería ser como su su ídolo, James Brown, pero una vida dura le había impedido lograrlo. Vagabundeó durante años en el metro de Nueva York y pasó por diferentes profesiones: carpintero, mensajero, cocinero en un hospital psiquiátrico… Pero nunca renunció a ese maldito sueño: el de ser cantante profesional. Lo logró a una edad tardía, 62 años, pero entró por la puerta grande en el mundo de la música. Con esa potencia vocal y ese carisma arrebatador fue más sencillo conseguirlo.
Solo fueron necesarios un par de años (y dos discos más) para ganarse una legión de fans alrededor del mundo. Fans que se emocionaban con cada una de sus interpretaciones, que recuperaban la fe en la humanidad con cada una de las letras que salían de su boca. Esa legión ya no le tiene tanto miedo miedo a la muerte. La razón es obvia: Charles Bradley y su impresionante voz estarán esperando al otro lado.
By Ray Vegas