El ser humano, desde sus inicios, ha tenido un interés claro en personalizar todos aquellos lugares habitados. Desde las cuevas de Altamira hasta una celda en Alcatraz, nos ha gustado darle nuestro toque a esa reminiscencia de paz que es el hogar.
Ahora mismo tengo la suerte de no compartir cuarto y poder haber hecho de él el mejor cuarto de todos los tiempos.
Pero eso no siempre fue así, una larga infancia compartiendo cuarto con un hermano mayor de carácter dictatorial y gustos austeros hicieron que cualquier intento de personalización fracasara.
Una madre a la que no le gustaban los agujeros de chinchetas en sus paredes siempre “recién” pintadas, mágicamente, ya que yo nunca vi a nadie volver a pintarlas desde los 90, también lo hacía algo complicado.
Durante ese tiempo observaba con gran envidia habitaciones repletas de posters, colchas de Spiderman (ya, ya…pero entonces eran una pasada) televisiones dentro del cuarto, incluso algún dibujo, de dudosa calidad artística, directamente pintado sobre la pared.
En fin, todo aquello estaba a unas cuantas galaxias de distancia de mi realidad y no hacía otra cosa sino acentuar mis deseos.
Puede que gracias a ello, cuando realmente tuve la oportunidad de hacerlo, lo aprecié como un acto de libertad e independencia, de expresión de personalidad, de gusto por rodearme de placeres.
No es que sea un amante de los objetos y que tenga la habitación repleta de muñecas hinchables. Simplemente hablo de la sensación de poner la vista donde quiera que sea y que allí haya algo que te gusta, que te agrada, que te trae recuerdos.
Es cuestión de tiempo, de recolección, de cambio de gustos. Si eres como yo y has tenido algún interés en currártelo, después de tus colegas, es quien mejor puede hablar de ti.
Hace tiempo, creo recordar, había un reality 100% telebasura en la MTV en que el/la susodicha tenía que elegir a sus candidatos sin conocerles, simplemente visitando sus habitaciones.
Pues bien a eso me refiero.
¿Que por qué os cuento todo esto? Porque recién llegado a mis aposentos tras un día bastante largo me he tirado en la butaca, he puesto la música he mirado de lado a lado y he dicho, joder, ¡Me encanta mi cuarto!
En mi casa es comúnmente conocido como “El apartamento” bautizado así por mi padre en una sátira crítica acerca de mi escasa vida en el hogar fuera de mi habitación.
Bueno amigos, es todo por aquí, posters, discos, vinilos, libros y todo tipo de fetichismos personales deberían rodearos y haceros sentir en vuestro paraíso personal, y si no es así, estáis perdiendo el tiempo.
Un saludo y hasta pronto.
By Juan Girón