Nadie lo intentó, pero si así hubiese sucedido, estoy más que segura de que ningún alma que se lo propusiese habría sido capaz de apagar el motor que pusieron en marcha Alcalá Norte (grupo telonero) y Camellos el pasado viernes 15 de marzo en el Teatro Barceló de Madrid, formando parte del segundo ciclo del festival de música primaveral Bee Week.
La noche puede resumirse como la creación instantánea de una auténtica Fábrica de baile Rock (como dice el tema que versionan de Joel López —añadiéndole el ‘Mi’delante— a quien le dedicaron “todos los aplausos” cuando lo tocaron). Y también como una fábrica de pogos sin pausa, con los que el centro del teatro quedó completamente despejado durante todo el concierto, formando un círculo imperfecto muy similar a un ojo de un huracán. En este caso, se caracterizó por tener un ritmo que avanzó Peligrosamente, como su tema de Manual de Estilo (2022), álbum que reprodujeron con alta fidelidad y con la compañía de las voces nada afinadas, pero sí extasiadas, del público (en el que me incluyo).
Tuvimos la oportunidad de cantar Mazo y con garra, como una auténtica comitiva sin camisa ni corbata que definitivamente lo estaba pasando fenomenal. Además de Mazo, Blessed, Pesadilla en el hotel, Adicciones, Gilipollas y Compañera de piso son otras de las muchas canciones con las que nos deleitó Camellos. Y no había fallo, fuera el tema que fuese, este era fiel a su esencia y hacía una radiografía de las vivencias que servía como antídoto para poner los problemas en su sitio y, además, desahogarlos y echarlos afuera con estilo. Como siempre que se les escucha, solo que esta vez en un cara a cara en el que también hubo Cambios de humor, Café para muy cafeteros y hasta Arroz con cosas. Tema que subió a cantar al escenario el hermano de Fernando Naval (guitarra y voz) y en el que, definitivamente, reventaron guitarras y batería dejando a un lado cualquier discrepancia imaginable. Desde luego, el círculo central fue aquí cuando alcanzó una de sus máximas expansiones: infalible, confusa y perfecta para poner la temperatura corporal a tono en una noche de viernes.
Una noche en la que Camellos aprovechó para disparar acordes y también dedicatorias difuminadas con bromas. Tal y como pasó justo antes de que tocaran Siempre saludaba, que presentaron diciendo: “esta canción es nueva, la hemos compuesto en el backstage”. Sin duda, una muy buena manera de hacer un guiño a su (esta vez sí) tema nuevo, Quién se ríe ahora, que también tocaron junto a su último lanzamiento, Llevarse bien, el cual introdujeron lanzando una lanza ambigua y bella a favor de llevarse mal: “Esta canción es nueva y va de cuando tratas a la gente tan mal que lo echas hasta un poco de menos, porque tratar mal a la gente también es una relación y es una mierda que compartir”.
Igualmente, tuvieron palabras para los más románticos con Tentaciones (“Esta es para aquellos que siempre creen en el amor”), para su manager, con Sabor a cobre (“Esta canción va para nuestro fantástico manager y va sobre cocinar, sobre que no haya vitaminas en los lugares, que al final también es una cosa que hay que apreciar”) y hasta para uno de sus amigos, quien se encontraba en el público y consiguió que tocasen una canción desconocida y que siempre ignoraban: Loros.
Ahora sí, si hubiese tenido que tatuarme alguna de aquellas confesiones (o al menos así lo pienso yo), esta sería la evidencia que sentenció Frankie Ríos (guitarra y voz), recordándonos que hay que decir no a la precariedad, justo antes de arrancar y encender las energías con Becaria: “Aquí ya por la edad que tenemos, todo el mundo hemos trabajado gratis. ¡No se trabaja gratis nunca!”.
Otro gran recordatorio lo compusieron los videoclips y lemas del grupo, que llenaron la escena junto a los integrantes con unos visuales cuidados y arrebatados, que encajaban a la perfección con cada acto. En estos aparecieron algunos de sus emblemas (y también álbumes) más representativos como la Calle para siempre (2020) y diseños tan originales como un imaginario (y ojalá real) Gran Hostal Camellos de 1 estrella. Una imagen que se proyectó en el final del espectáculo junto a la sintonía que el grupo eligió más que acertadamente y con la que lograron un cierre colosal: Todos los paletos fuera de Madrid, de Séptimo sello. Simplemente, unos Camellos descomunales.