«La música es sinónimo de libertad, de tocar lo que quieras y cómo quieras. Siempre que sea bueno y tenga pasión, hazlo«.
Ayer se cumplían 20 años de la muerte de Kurt Cobain, líder de Nirvana, icono del grunge y poseedor de un sin fin de frases célebres como la que introduce la crónica de Toy, una banda que habría hecho las delicias de Cobain y que no faltaría en su tocadiscos de cabecera.
Era inevitable no acordarse de Kurt de una manera u otra este fin de semana. Su frase hace más que justicia a la música de Toy. El quinteto llegaba a la Joy Eslava de Madrid este viernes (un día antes estuvieron en Barcelona) para mostrarnos en directo su «pasión» por la psicodelia. Con poco más de una hora de directo fue suficiente para provocar una experiencia extracorporal en gran parte de los asistentes.
Los londinenses hacen esa psicodelia tan de moda últimamente y que tanta adicción crea. Desde 2010 y con dos álbumes a sus espaldas, el último de ellos publicado hace unos pocos meses y motivo de sus conciertos en España, han sabido ganarse tanto a crítica como a público y hacerse un nombre en este complicado mundo. En Madrid pisaban el escenario tras la apertura de Trajano!, cuyo concierto fue una prueba más pasada con buena nota y en el que mostraron síntomas de madurez reforzando una ambición aún más grande que la de antaño.
Toy se presentaban lánguidos, bohemios y escondidos tras unas colosales cabelleras. Son una de esas bandas que únicamente con su imagen son capaces de transportarte a la década de los 70. Y si hablamos de su sonido el viaje se acentúa. Ellos pasan de interactuar con el público. En el tiempo que estuvieron sobre el escenario, las palabras que salieron de sus labios se podrían contar con los dedos de una mano. Fue la excusa para que los más escépticos tuvieran la oportunidad de reprobar ese aspecto de su actuación. Y ciertamente nosotros echamos algo de menos unas palabras más cariñosas y una apariencia algo más osada, en especial de su teclista; Alejandra. Nuestra compatriota, nuestro amor de primavera.
Pero sí. Te estarás preguntando que dónde está la pasión de la que hablábamos al principio de la crónica. Amigos, ahí entra lo que de verdad importa: el sonido. Una guitarra principal fastuosa rebosante de efectos y un bajo (qué haríamos sin el bajo) que marcaba el ritmo a placer fueron los instrumentos dominantes de la actuación. El sintetizador de Alejandra también adquiría el papel protagonista en algunos temas pero supo mantenerse en un papel secundario la mayoría del tiempo.
«Conductor» fue la canción elegida para abrir el concierto, tal y como hace con su álbum Join The Dots. Un viaje de 7 minutazos muy adecuado para ir poniéndose a tono. El desfile de temas a partir de ese momento fue un no parar. Sin interrupciones y sin descanso. Una por una fueron sonando «Colours Running Out«, «Dead And Gone«, «Endlessly«, «Kopter» o «Fall Out Love«. Estos dos últimos, culpables de provocar una ensoñación de 10 minutos en la sala, que parecía desvanecerse entre luces de tonos debidamente escogidos.
Los subidones en temas aparentemente lentos también estuvieron muy presentes. Prácticamente cada canción del setlist finalizó con una jam session de solos intachables. Instrumentalmente no hubo nada que reprochar en la noche de Toy. Con «Motoring» y «Join The Dots«, provocadora de la escalada más ferviente, dieron por concluido su concierto del viernes. Cumplen la frase inicial: tocan lo que quieren, como quieren y son buenos. Quizás una pasión más aparente conseguiría hacer de su directo una experiencia aún más motivadora. Mientras la encuentran, nos conformamos con seguir sumergidos en su sonido.
Crónica by @RayVegas. Fotos by Fernando de Torres Valentí.