white bats stereoparty

Una vez más, Subterfurge Records volvió a demostrar que sus apuestas tan singulares tienen el mayor de los fundamentos en directo o, dicho de otra manera, en la misma experiencia de la música. La edición de la Stereoparty de este año fue un intento de confluencia que más bien provocaba, a priori, la estridencia de tres grupos alejados entre sí respecto al género que los encasilla. Aún así, y como no podía ser de otra manera, volvió a superar las expectativas de todo aquel que asistió desconfiado ante la originalidad del cartel.

La responsabilidad primera la tenía el cuarteto White Bats, que empezó a crear ambiente a partir de unas composiciones oscuras que tienen como referente evidente el New Wave en toda su amplitud. La fortaleza de la voz grave pero nítida de Jaime encandiló un público que, con las ganas contenidas de moverse a otros ritmos, se dejaba abducir por una puesta en escena del cuarteto más que consolidada. La personalidad de los madrileños no tuvo nada que envidiar al resto de bandas que el pasado 16 de enero pisaron el escenario de Ochoymedio. Incluso tuvieron más mérito, ya que tuvieron el triunfo de meterse en el bolsillo a una masa de gente que no sabía qué iba a encontrarse antes de rememorar sus fiestas noventeras. El momento del guiño con el público también lo tuvieron. Y como no podía ser menos, el nexo (o la razón de ser) con éste fue ni más ni menos que «Space Oddity» de David Bowie. Con el disfrute de un directo que les presentó como el nuevo apadrinamiento del sello y, además, nos obligó a reconocerles su merecido al representar la edición de la Stereo Party, dejaron paso a Los Wallas, que recogieron el relevo de un público receptivo para transformarlos en partícipes de su propio show.

Con una actitud eufórica, los de Ciudad Real fueron desde el minuto uno un foco irradiador en la sala BUT. Con su rock’n roll fresco con aires de garage muy marcados, supusieron un torbellino de energía que se mantuvo constante de principio a fin. Para los que suelen explicar estas cosas, transmitían un exceso de confianza y comodidad en su concierto que prácticamente lo era todo. La fiesta como tal ya había llegado de sopetón a Tribunal, con toques de disfraz de los castellanos incluido; y es que, si algo caracteriza al grupo y, sobre todo, al alma de éste, Juan Wallas, es la constante interacción con su entorno, eliminando esa tercera pared invisible que a veces divide el escenario de la misma sala. No obstante, y por ello su genialidad, tampoco dejaron de lado unas piezas cargadas de sonidos fuertes de guitarra que fueron recreados explosivamente, con la mención especial a un teclado que aporta el toque alternativo del temperamento del grupo.

Y, al fin, los esperados Los Fresones Rebeldes se dejaron ver después de mucho tiempo y, según andan diciendo ellos mismos, así va a ser la tónica. Con el público más que ansioso, tocaron poco más de una hora las canciones que más les caracterizan y por las que les conocemos. No era necesario animar a nadie o marcarse ningún solo, la cosa ya estaba hecha antes de que aparecieran ante un gentío que, por el mero hecho de poder volver a verlos, no podían salir decepcionados. Sin embargo, cabe recalcar algún que otro equívoco en un par de temas, un desafine asiduo o una vocalista con la mirada perdida y una actitud desorientada tan descarada que, ¿por qué no decirlo?, provocó un murmullo generalizado acerca de la cantidad de estupefacientes con la cual se había presentado en el evento de su sello discográfico. Así pues, pese a la ilusión de reencontrarse con revivir aquellas canciones que ya se creían enterradas en una década musical que nunca dejará de inspirar nostalgia, Los Fresones Rebeldes confirmaron ser lo que es de vox populi: «cualquier tiempo pasado fue mejor» y, en la música, jugar con el tiempo no suele ser un buen acierto.

De todos modos, de eso se trata este acontecimiento anual: de presentar los distintos y contrastantes registros y desafíos musicales de Subterfurge Records. De unos nombres que hablan más de las señas de identidad de una discográfica que es ya histórica. Poder vivir estos grupos que, con sus rarezas, se sitúan al otro lado de la línea predecible y masticada de nuestro panorama nacional, es gracias a este sello el verdadero protagonista de su propia Stereoparty.

By Andrea Genovart