Leyendas
John Lennon regresaba a casa una noche de invierno de 1980 cuando fue disparado en cinco ocasiones por un hombre que buscaba la fama. Sólo se perdió una bala, y fue en la ambulancia de camino al hospital donde Lennon dejó el mundo por el que tanto había luchado. A George Harrison se lo llevó un cáncer de pulmón en 2001. Falleció feliz y rodeado de sus seres queridos. John Lennon y George Harrison no necesitan presentación en ningún lugar del mundo. Son dos de los cuatro Beatles. Cuatro leyendas. Seres humanos que vencieron al tiempo y serán recordados eternamente. Y algún día se reencontrarán los cuatro, se pondrán sus trajes y llenarán estadios. Pero eso será en otro mundo. Mientras tanto en este mundo, el nuestro, y más concretamente en Madrid, nos conformamos con conciertos como el que vivimos ayer, un 2 de junio de 2016. Ojalá conformarse siempre con tanto.
El Beatle
Porque sí, porque Paul McCartney, el de Lennon y McCartney, el muchacho de Liverpool, el de la melena, el Beatle, tocó ayer en un Vicente Calderón abarrotado por más de cuarenta mil personas. Personas mortales rendidas a un dios. Un dios de 74 años con una vitalidad imperecedera, sabedor poseedor de un don divino que debe compartir con sus inferiores, pues para eso vino al mundo. Porque Paul toca el bajo, la eléctrica, la acústica, el piano y el ukelele si hace falta, con la facilidad con que uno abre e ingiere una lata de cerveza. Nació para esto. Conserva la voz de los lejanos años sesenta, cuando decidió junto a tres amigos formar la banda más influyente en la historia de la música, una voz que no se resintió ni un ápice durante las casi tres horas de concierto.
Homenajes
Casi tres horas de concierto. Tres horas de homenaje a Wings y por supuesto a The Beatles. Tres horas de homenajes obligados a Linda (Maybe I’m amazed), Lennon (Here today) y George Harrison (Something). Tres horas de homenaje involuntario y merecido a un estadio mágico como el Calderón (aún hoy los Rolling Stones reconocen que ahí vivieron el concierto de sus vidas), que vive su penúltimo año de vida, pues en 2017 el Atleti se trasladará a La Peineta, curiosamente el estadio que acogió en 2004 el que hasta ayer era el último concierto de Paul en España. Tres horas de homenaje a la música y a todos aquellos que la necesitan en sus vidas.
Eternos
Tres generaciones se juntaron ayer en el Calderón. Familias enteras de abuelos, padres e hijos, grupos de amigos de cualquier edad e incluso algún que otro adolescente. La música de los Beatles es atemporal y se escuchará dentro de mil años. Tal es su importancia. Por fortuna, Paul McCartney sigue vivo y el mundo tiene la suerte de poder asistir a espectáculos como el de ayer. Y cuando ya no esté, su música y la de sus Beatles seguirá sonando eternamente y alegrando nuestras noches cuando estén nubladas.
“Shine on ‘til tomorrow, Paul”.