Por Dimas P.L.

¿Crees que serías la misma persona si te hubieras llamado de distinta forma? ¿Marca un destino contrario ser titulado como “Manolo” en vez de “Syd de Mizar”, “Homero” en vez de “Max Power”? La verdad es que sí. Te lo dice un tipo llamado “Dimas” que iba a ser “Susana”.

En el capítulo de hoy de Wake And Listen te hablaremos de por qué cinco de las mejores bandas de todos los tiempos (bajo mi poco humilde criterio) tienen el nombre que tienen y no otro.

Puede que algunas historias te suenen a pura ficción, si es así no dudes en presentarlas a un concurso de relato corto, a nosotros, cuando mentimos, nos gusta cobrar por el resultado.

*Advertencia:

Puede que no una, ni dos, sino todas las historias que vienen a continuación hayan sido inventadas por un increíble escritor. Si te gusta, compra su libro, Superground. Si no te gusta recomiéndalo a tus enemigos.

 

El (im)posible origen del nombre de bandas míticas

 

The Beatles y un curry que se escurry

John, Paul, Ringo, George… ¿Sabías que los chicos de Liverpool solían trabajar como obreros de la construcción mucho antes de que la música diera con ellos?

De hecho, todo viene de una mañana en la obra, estaban alicatando adosados como cuadrilla en Campoamor. Trabajaban a destajo,  silenciosos y ensimismados, hasta que llegó una brigada de fontaneros gitanos que cantaban mientras reciclaban cobre.

Paul se quedó to pillao, impresionado por la sinergia entre el famoso duende y el cinceleo para arrancar cables y tuberías.

-¡¿Acho, qué mirah!?- dijo el patriarca fontanero.

John temió por su vida, pero George lo detuvo. A quién no pudo detener fue a Ringo que bajó del andamio sin manos, frenando la caída con esa cara de feo que creías que tenía de nacimiento.

Lamentando la pérdida del careto de Ringo los tres de Liverpool fueron invitados por los fontaneiros a unirse a ellos en su canto.

“All my loving, nainonainonaaaaa.

All my loving, nainonainonaaaaa…”

Todo iba bien: el anglorromaní dio sus primeros pasos artísticos, al menos hasta el almuerzo. En ese momento, un carrito ambulante que vendía churros con curry hizo que los estómagos inexpertos de John, Paul y George se revolvieran de manera harto desagradable.

Los mop tops liverpunianos ya no pudieron volver a arrancarse por soleares. Así como abrían la boca se les abría el esfínter para perdigonear su ropa interior como lo haría un bote agitado de mostaza.

Fue un momento verdaderamente desagradable.

Pero a pesar de los terribles dolores de estómago y los calzones mancillados, los chicos decidieron que el nombre de su futuro grupo debía reflejar aquel día de compañerismo y especias picantes.

Eligieron el nombre de «Beatles«.

¿Por qué?

Porque uno de los camaradas gitanos insinuó que las bolitas de mierda en los calzoncillos cagaos de Lennon recordaban a cientos de escarabajos devorando estiércol.

Y así, nació el nombre de una de las bandas más grandes de todos los tiempos.

¡Ah, la magia de la música y el curry nunca dejará de sorprendernos!

 

Led Zeppelin y un bulto sospechoso en la entrepierna

Resulta que todo comenzó en un soleado día de verano, cuando Jimmy Page y Robert Plant se bebieron unos mojitos salpimentados con metanfetamina y decidieron que querían formar una banda.

Pero no cualquier banda, claro, ¡querían crear la mejor banda de rock de todos los tiempos!

Así que se pusieron a buscar un nombre lo bastante cool para su proyecto.

Y una tarde, zapeando, encontraron la respuesta a sus plegarias.

Fue durante un programa repetido de Bricomanía, en la sección de jardinería. El tipo de la coleta que solía aparecer dirigiendo la sección estaba de baja por una complicación en su vasectomía, y en su lugar habían puesto a un señor con un bigote impresionante y unos pantalones de trabajo muy ajustados, que más que regar o podar, se dedicaba a promocionar su herramienta.

“¿Ves esta cosita abultada de aquí? Esta es la revolucionaria máquina que cambiará tu forma de agacharte a cultivar el huerto, muñeca. Yo la llamo El Zepelín de plomo. ¡No veas como penetra en el surco!”

La herramienta en particular era una especie de rastrillo gigante con mango color plomo y con bombillitas que se encendían y apagaban mientras rastrillaba el césped. Estaba chulo, las luces te permitían trabajar de noche.

Jimmy y Robert, hasta arriba de nuevo de ron con estimulantes, se rieron mucho imaginando que el señor del bigote se estaba refiriendo todo el rato a su pene, órgano que se evidenciaba a través de sus pantalones.

Como pequeño homenaje al jardinero llamaron a su banda «Le(a)d Zeppelin«. Y así nació una leyenda.

Pero la historia no termina ahí. Resulta que el señor del bigote era John Bonham, el futuro baterista de la banda.

¡Fuquin incredibol!

 

Radiohead y la inflamabilidad del corral 

Había una vez, en una pequeña ciudad inglesa llamada Abingdon, un grupo de nerds que se reunían a tocar música conceptual en un corral abandonado.

Uno de estos chicos, al que todos llamaban “Thom Jamón de Yorke”, tenía cierta fascinación por la electrónica y un problema de incontinencia urinaria que lo hacía miccionar irremediablemente cuando se emocionaba. No penséis en meteros con él. También le pasa a los cachorros de algunas razas de perro.

Un día, durante un ensayo, un rayo cayó en el corral, haciendo que todos salieran corriendo. Pero Thom se quedó dentro, intentando disimular la mancha de orina en sus pantalones. No podía salir así. Desesperado, buscó un objeto con el que pudiera defenderse del fuego que amenazaba con consumir el chiquero y encontró un transistor.

Mientras nadaba en la abundancia de su orín e ignoraba, irresponsablemente, el incendio, Jamón de Yorke comenzó a jugar con la radio, sintonizando estaciones. Fue entonces cuando imaginó una parida mental que cambiaría su vida para siempre:

«¿Y si hubiera un asesino en serie, al estilo de Leatherface, pero que en lugar de una máscara hecha con el escroto de visitantes inoportunos, llevara una radio como careta porque su delicada piel inglesa se calcinó en un inesperado incendio en su sala de ensayo?».

Yorke sobrevivió al incidente. No salió mal parado. Salvo por lo del ojo derecho caído. No pudieron remendarselo y ahora va por ahí con media persiana bajada. Su banda se llama, efectivamente, Radiohead y todavía está considerando la idea de ponerse radiocaretas en sus conciertos, al más puro estilo Slipknot.

 

U2 y el match de matches

Había una vez una banda de músicos jóvenes y ambiciosos que querían triunfar en el mundo de las actuaciones durante el intermedio de la Super Bowl. Pero antes de que pudieran lograrlo, necesitaban un nombre genial que apareciera en las marquesinas de los estadios.

Pasaron semanas discutiendo un nombre lo suficientemente ingenioso.

Además, querían que fuera altamente pronunciable en todos los dialectos de los estados de EE. UU., desde los pijos neoyorquinos hasta los mendigos de Escobares, Texas.

Hasta que un día, mientras Bono intentaba volver a instalarse la app de citas en la que lo habían baneado, se dio cuenta de algo:

“Joder, hay mucho inocente injustamente baneado de Adoptauntío que aún quiere encontrar el amor”.

Fue entonces cuando se quitó las gafas de sol de dormir para ponerse las gafas de sol de desayunar y se le ocurrió la idea de crear una app para los desterrados de las apps de citas. Da igual la macabrada de la que hayas sido acusado. Él y su app te permitirán seguir tu búsqueda obscena hasta encontrar a tu media naranja.

“Pero, joder, ¿qué nombre le pondría a la app?”

Ahí fue cuando The Edge, siempre el más calvo e ingenioso del grupo, dijo en tono de broma:

«¿Qué tal si le pones U2? Porque todos buscan su número 2».

“Cállate, calvo de mierda, todos sabemos lo que escondes debajo de ese gorrito de South Park, ¿a quién crees que engañas?”, fue la primera respuesta de Bono.

Todos se rieron a carcajadas de The Edge, pero luego pensaron en ello más detenidamente, tumbados en el sofá de la sala de ensayo con unos petas.

Se dieron cuenta de que era un nombre cojonudo para una app y para una banda de rock moderado irlandés.

Llamaron a The Edge que se estaba repasando las entradas con la mano y llorando frente al espejo del baño, le invitaron a unas caladas y le dieron la enhorabuena por la idea junto a un par de collejas.

“Que no se le suba”

Ahora, cada vez que Bono ve como sus compañeros deslizan su dedo hacia la derecha en Tinder, recuerda cómo encontraron el nombre para su banda y ríe pensando en lo absurdo que fue todo y lo bien que estaría él si lo dejaran volver a entrar en cualquiera de las mil apps de citas que lo tienen vetado.

 

The Police y una mala noche la tiene cualquiera

Corría el año 1977, cuando tres jóvenes músicos se encontraron en un bar de Londres con la intención de ligar con algunas au pairs españolas y, de paso, discutir sobre la creación de su banda.

Se habían reunido allí después de haber pasado una tarde memorable mezclando una marca de bebida alcohólica de 90 grados, Strontium 90, con Cacaolat en un botellón.

El resultado fue desastroso, como podéis imaginar, acabaron K.O.caolat.

Sin embargo, lo que en principio parecía ser un fracaso absoluto, pronto se convirtió en una fuente de inspiración para la banda.

Uno de los jovencitos, Sting, revolcado en un charco del descampado donde bebían, comenzó a delirar y a repetir una y otra vez la palabra «Police«.

Esto confundió a la muchedumbre beoda que bebía junto a él, quienes empezaron a buscar bolsas para esconder sus cubalibres y así hackear la ley y poder seguir bebiendo sin ser juzgados por la policía.

Pero la poli no vino, y como todos sabemos cualquier inglés que beba se transforma en hooligan al tercer trago, así que le dieron una paliza al pobre Sting hasta dejarlo clavado en el barro con un pulmón perforado y una oreja colgando del lóbulo.

Stewart Copeland fue el que lo llevó en brazos al portal de su casa, lo dejó allí y salió corriendo.

De camino a su kelly, Stewart pensó en que quizá el capullo de su amigo, en su desvarío alcohólico, solo estuviera pidiendo «Police», una marca de champán, que habían comprado entre todos para celebrar el triunfo del Wallsend Football Club, el club de fútbol más antiguo de Newcastle y el favorito de Sting.