Por Dimas Pardo

Tranquilo, en esta casa sabemos diferenciar entre el arte y la vida privada del artista. No somos Telecinco.

No vamos a opinar sobre si el trapero de moda se ha subido, en su día libre, al campanario de su pueblo natal para disparar desde allí a los carricoches del parque que, a lo J.F.K, van sin capota.

A nosotros nos interesa más qué ha ofrecido en su último disco o si perpetra el peor playback posible en sus actuaciones.

Sin embargo, como a la peña le gusta el mamoneo y queremos que quedes bien en las conversaciones de mierda, hoy te traemos algunos músicos respetados que, a su vez, eran lo peor de puertas para adentro y (quizá) deberían estar en la cárcel.

Porque, o hay que reconocer que el artista y su obra son independientes, o que la mala gente también está capacitada para hacer buen arte.

*¿He gastado el cupo de palabrotas por artículo? ¿Aparecerá alguna fémina en la lista? Sigue leyendo para averiguarlo.

 

Artistas cuyo modelo de conducta no era el más ejemplar

 

Johnny Cash, gran drogadicto, peor marido

Johnny Cash tenía muchas cosas buenas, sobre todo si no eras su mujer.

Vivian Cash, su exmujer detalla en un libro autobiográfico cómo siguió con Johnny a pesar de su desmesurada ingesta de drogas y de las aventuras extramatrimoniales que divertían al cantante. Ella crió a sus cuatro hijas, mientras Johnny se las veía constantemente con la policía.

June Carter, su otra mujer, no lo tuvo más fácil. Ella, que fue con quien engañaba a Vivian, también fue engañada a su vez por Cash, incluso estando embarazada.

Johnny “Polla Inquieta” se introdujo en muchas mujeres ajenas a su matrimonio, pero también relacionadas con él, ya que le puso los cuernos a June con su propia hermana, Anita.

La posterior adicción a las drogas de June y su mala salud mental se debió, según apuntan sus hijos, al miedo constante de que Johnny la engañara con otras.

 

Chuck Berry, de atracador a voyeur

Chuck hizo muchas cosas buenas por el rock y seguramente es él quien nos guía cuando practicamos air guitar en nuestro salón, pero eso no quita que fuera un capullo capaz de partirle la cara al mismísimo Keith Richards por tocar su guitarra sin su permiso.

Chuck lo llamaba «sus pequeñas travesuras», nosotros “hijoputismo del chungo”.

En su adolescencia, el guitarrista ya pasó tres años en el reformatorio por robar coches y atracar a mano armada, y tiempo después fue encarcelado por violar la Ley Mann. Una ley que prohíbe “llevar a una mujer a través de las fronteras estatales de USA con intenciones inmorales”.

Puedes pensar que tal vez podría tratarse de un acto de amor, de lo más romántico además, pero, vamos, la niña con la que surcó las fronteras tenía 14 años e iba camino de ser mancillada, “travesura” a “travesura”, por Chuck.

El juez que lo sentenció hizo algún comentario racista y le benefició, de tal manera, que de los años a los que Chuck fue condenado solo cumplió unos veinte meses.

En el 89 volvió a hacer de las suyas y fue acusado de grabar a mujeres en el baño de uno de los restaurantes de su propiedad.  Lo pillaron en una intervención de las autoridades a su casa. Encontraron armas, cannabis y las grabaciones de las pobres chicas.

 

Elvis Presley, “14 años tiene mi amor, le gusta, tanto, bailar el rock

Veintiún añitos tenía El Rey cuando se hizo famoso. Rollo Justin Bieber pero con tupé y mayor calidad musical.

¿Su mal? Le perdían las mujeres. Cosa normal en una estrella de rock. De hecho, cosa normal en cualquier hombre hetero que tengas cerca ahora mismo. Sin embargo, a la pelvis de Elvis le iban muy, muy, muuuy jóvenes.

Para Elvis el punto ideal de sabrosura de una mujer se alcanzaba a los 14 años. “Con 13 todavía no están hechas y con 15, no sé, me resultan demasiado maduras y reflexivas. Han perdido su magia”, me imagino que diría el hombre.

Ya contando él con 22, gustaba salir de gira con una comitiva de cendolillas de 14. Le encantaba bobaliconear con ellas, jugar a las cosquillas, a la lucha libre, y a todo aquello que no fuera realmente el coito.

Algo raruno resulta, ¿no?

Su esposa Priscilla lo conoció, claro, con 14, cuando él ya tenía 24. Un matrimonio bien avenido hasta que Prisci parió a su hijita, Lisa Marie. Entonces, Elvis, que la debió de ver demasiado mayor y gastada, se piró a cortejar a Reeca Smith, que estaba en la franja de edad ideal, la que le gustaba a él, los níveos 14.

 

El Dr. Jekyll y el capullo airado de Frank Sinatra

Tú ves a Frank Sinatra, y ya, de entrada, parece que vaya a lanzar su vaso gordo de güisqui con hielo contra la pared si no vienes con algo de pasto seco para picar.

Y así era. El cabrón era un enano pero tenía temperamento. Como un chupito de tabasco.

De hecho, una de sus esposas lo describió una vez como una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Dulces ojos azules en el escenario, guantazos a mano abierta en los camerinos.

Pequeño extracto de la lista de altercados de Mr. Sinatra.

  • En 1948 dio un puñetazo a un reportero que, según él, se pasó de listo.
  • En el Hotel Beverly Hills le lanzó un teléfono fijo, de los de antes, a un hombre de negocios que andaba por allí y le reventó la cabeza.
  • Casi mata a Ava Gardner de un botellazo de champán, que acabó rompiendo el lavabo en vez de su cráneo.
  • Pilló un cuchillo Ginsu y destrozó un cuadro de Norman Rockwell.
  • Tiró un televisor que no le sintonizaba bien por la ventana del hotel Sands de Las Vegas
  • Atacó a la radio de un coche cuando sonó «Light My Fire» de The Doors. No le gustaban.
  • La tomó con un carísimo y centenario jarrón Ming en un hotel de Hong Kong
  • Un violento etc.

“I did it my way” respondía siempre el cabrón.

 

Jerry Lee Lewis, “El Asesino”

¿Por qué llamaban a Jerry Lee Lewis “El Asesino”? Bueno, a una edad temprana intentó estrangular y matar a uno de sus profesores. Acto que Jerry admite plenamente y del que no sabemos si se siente orgulloso.

Nosotros, del profesor, al menos lo hubiéramos dejado sin patio.

De las siete esposas que ha tenido, dos murieron en extrañas circunstancias. Una ahogada, otra por sobredosis. Fue relacionado con la segunda muerte, pero salió indemne.

Sin embargo, no tuvo tanta suerte cuando disparó a su bajista en el pecho. Tuvo que pagar 125.000 dólares.

 

Miles Davis, la mano larga del jazz

Un tipo que toca de espaldas a su público puede ser sospechoso de misantropía. Solo sospechoso. Luego se daba por hecho cuando algún fan intentaba acercarse a él. El pobre solía salir escaldado.

Y era raro que Miles tratara tan mal a sus seguidores, al menos para ser tan vanidoso como era. El muy petulante llegó a condenar en público a los críticos musicales que alababan la figura de cualquier otro y no la de él. Alegaba que solo querían quitarle el protagonismo.

Luego estaba lo de su insana adicción a la heroína y la cocaína, sus escarceos con el proxenetismo y la relación abusiva que mantenía con las mujeres con las que estaba casado.

Frances Davis, su ex, ha contado, en más de una ocasión, que sentía verdadero pavor en presencia de Miles y que varias veces huyó teniendo muy presente que la iba a matar.

Por su parte, Miles, admitió en su autobiografía todo acerca de su pequeño vicio de moler a palos a sus esposas. Es más, incluso apuntó que aprobaba que otros hombres golpearan a sus esposas/novias para que ni se les ocurriera pasarse de la raya. 

 

Morrissey, “El Bocas”

Dios, es que si alguien tiene pinta de “bocas”, con ese pelo lamido por una vaca y ese puto aire de repipi mancuniano, es Steven Patrick Morrissey.

Un tipo que tiene que negar continuamente que es racista porque con asiduidad se atreve a decir cosas como «No puedes evitar sentir que los chinos son una subespecie».

Respecto al caso de Harvey Weinstein que todos conocemos, el morrocotudo Morrissey apuntó: «Odio el acoso sexual. Pero en muchas ocasiones, uno no puede dejar de mirar los hechos y pensar que la persona a la que se considera víctima es sencillamente alguien decepcionado con la vida».

Joder, y es que hasta llegó, desde su solio en las alturas, a culpar a Kate Middleton del suicidio de una enfermera y se mostró totalmente indolente ante una masacre que dejó, en su día, más de setenta muertos… «¿Masacre? Nada comparado con lo que ocurre en McDonald’s… todos los días» #Soyvegetarianonivelomega

 

James Brown, “I feel good (but my wife doesn’t)”

La hija de James Brown, Yamma Brown, creció en una familia donde el abuso doméstico era el pan de cada día. Con un miedo atroz a que el coronado Padrino del Soul la tomara con ella.

«A mi madre le salía sangre de la cara. Empezó a revolverse, a darle patadas en las piernas, a levantar los brazos para evitar los puñetazos de mi padre y a intentar liberarse de él».

Tomi Rae Brown, otra de sus esposas, también puede dar fe de este tipo de testimonio. Fue enviada en alguna ocasión al hospital por el cantante.

El caso es que por muy mal que se portara con sus esposas, James tuvo una cantidad curiosa de hijos ilegítimos, a menudo no reconocidos, que  después de su muerte, tuvieron la molestia de presentarse y saludar con sus pruebas de ADN en la mano.

 

Wagner, sí, ese Wagner

No queremos que dejes de ponerte ese Die Walkure, Act III: Ride of the Valkyries de Wagner para ducharte antes de una cita, solo que sepas que el cabrón era un poco nazi.

Lo cortés no quita lo nacional socialista.

No es porque con su música se le diera banda sonora al auge del antisemitismo moderno, más bien porque Richard Wagner, según se hacía mayor, fue expresando cada vez más sus opiniones antisemitas.

Incluso alguna vez escribió acerca de que los pobres judíos no podían producir arte, sólo imitarlo, y siempre que tuvo problemas como compositor culpó a los críticos judíos de impedirle el éxito.