A menudo vivimos como quien camina a oscuras por el pasillo de casa, casi de memoria, sin necesidad de prestar demasiada atención y con la seguridad de que el próximo paso será el acertado, es mi pasillo, es mi casa, es mi vida.

Lo interesante es que, afortunadamente, la vida es mucho más que un pasillo y si lo es, sobrepasa ampliamente una concepción unidimensional. Curvas, cuestas, rampas y esquinas puntiagudas dispuestas a destrozarte el pie frío y desnudo.

De vez en cuando, van apareciendo puertas, algunas son grandes y abiertas de par en par, otras están insistentemente señalizadas con luminosos, las hay que advierten con señales de peligro y también cerradas a cal y canto.

Estas puertas parecen ir creándose de forma automática y completando una especie de Tetris como si de una coreografía se tratara, prolongando esa sospecha tan angustiante que es la idea del destino.

Pero si eres capaz de prestar atención, como el explorador más paciente de la expedición, de vez en cuando puedes dar con un rara avis en el mundo de las puertas, prácticamente en peligro de extinción: las puertas entornadas.

Como su nombre indica, no están abiertas ni cerradas, no están ahí para ti, pero tampoco tienes denegado el acceso. No están pensadas para tu pasillo, pero el halo de luz que se escapa por la rendija te atrae como a una luciérnaga a punto de chamuscarse.

Ese simple halo, o la intriga del qué más habrá detrás, puede ser suficiente para cruzar al otro lado, transportándote a nuevos pasillos como si fuera un agujero negro.

 

Nunca se sabe exactamente por qué o cómo han llegado hasta allí, aparecen y desaparecen a su antojo, y cualquier gesto en falso hará que se esfumen, quién sabe si para siempre.

Y es gracias a las puertas entornadas, a esos “errores en Matrix” que podemos (o no), transportarnos a dimensiones paralelas, vivir nuevas vidas y escapar de la línea recta.

No hace falta la mejor madera, un número exótico, o una vista panorámica del interior, en ocasiones un paseo por la calle, unas líneas memorizadas o un par de gestos pueden hacer saltar por los aires tu idea de pasillo, de casa y de vida.

By Juan Girón