Crónica by Daniel Santamaría
Fotos by Jon Rodríguez
A pesar de los fríos y nublosos días de diciembre, todos los años hay un festival que consigue llenarnos de calor. Los imborrables recuerdos que se generan año tras año, flotan por las paredes de esta celebración que ya alcanza nada más y nada menos que 28 ediciones.
Como siempre, León se vistió de púrpura, y se abrigó con una parka para protegerse del viento. También es valiente y se atreve a subirse en moto, concretamente una scooter. En ella se puede desplazar a los diferentes escenarios que conforman el evento, o visitar la moda más retro en los desfiles, exposiciones que tienen lugar.
Claro que hubo buena música. Pudimos disfrutar de una gran variedad de conciertos que nos hicieron sentir algo más cerca del (glorioso) pasado. El del Purple es un viaje largo y con curvas, acompáñanos a lo largo de nuestra crónica.
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Como es tradición, la fiesta comenzó en el MUSAC, sin duda un marco incomparable, considerado como uno de los mejores museos a nivel nacional.
Aunque su acústica dista de ser la mejor, resulta placentero disfrutar de un concierto en donde música y arte se mezclan así
Los leoneses The Plastic Founders iniciaron la marcha con un intenso concierto de power pop que acarició la hora de duración, guiado por un elegante bajo.
Fogbound
Los gallegos han conseguido ganarse a gran parte de la crítica especializada y público en los últimos años. En lo musical, psicodelia de la buena que nos logró recordar a algún que otro grupo actual como Toy.
Además pudimos oír algún que otro tema nuevo que incluirán en su próximo LP.
En lo visual, impecables: Proyecciones a sus espaldas de mezclas de aceite realizadas en directo. Una grandiosa experiencia lisérgica que no pudo estar ubicada en mejor lugar.
Esta vez tocaba Studio 54, una sala ubicada en una planta baja, y que cuenta con varios altavoces distribuidos por la misma. El elevado aforo con el que nos encontramos hizo que la temperatura subiera un par de grados, pero no llegamos a estar agobiados en ningún momento.
Dos conciertos tuvieron lugar a lo largo de la noche:
The Schizophonics
Digamos que su concierto podría ser la definición de “pasado de revoluciones”. Garage punk de altas revoluciones, tan sumamente altas que su motor musical no pudo seguir el ritmo.
Su líder, a cargo de la voz y guitarra, no paró quieto ni un segundo: Corrió por todo el escenario, se revolcó, saltó al público… algo que es muy de agradecer sí, pero en pequeñas cápsulas que justifiquen dicha explosión. Es la propia actuación la que debe generar un climax a través de su música y no al contrario.
Su continuo movimiento provocó que la guitarra permaneciese desconectada durante gran parte de la actuación (mientras escuchábamos solos imposibles por los altavoces).
A pesar de ello, logró contagiarnos su energía, que le fue devuelta en forma de baile. Una pena porque sus temas suenan bastante bien, pero que alguien le dé una tila antes de salir al escenario en serio.
Sugar Daddy & The Cereal Killers
El concepto “máquina del tiempo” utilizado al hablar del Purple, vivió aquí uno de sus máximos exponentes.
Esta vez, nos teletransportamos directamente a los años 40/50. Trompeta, saxofones, guitarra, contrabajo, pianola y batería.
Con esta agrupación tan clásica nos metieron de lleno en la gloriosa época swing, r&b y rockabilly. Todo estaba cuidado al detalle: Vestimenta clásica, coros… parece que no, pero cada pequeño gesto ayuda a una inmersión total.
El concierto bordeó la hora y media. Un tiempo de gran música, técnica, y bailes. Sin duda la mejor actuación del día.
Turno de breve parada en el Espacio Vías. Aquí el atractivo se divide en dos partes, conciertos y un mercadillo de ropa vintage y vinilos antiguos capaces de hacer la boca agua al mejor coleccionista.
Tuvimos tiempo de disfrutar de parte del concierto de Mark & The Spies. Un power pop entrelazado con elementos beatlemaniacos que, sorprendentemente, acabó convirtiéndose en una verdadera exhibición de virtuosismo. Muy divertidos.
Por primera vez poníamos rumbo hacia el Pabellón CHF.
Gizelle & TT Syndicate
Poderío y desparpajo. El concierto de Gizelle unió dos enfoques muy distintos bajo el mismo escenario.
La grandiosa voz soul, y timidez de la cantante, contrastaban con el ambiente festivo e interacción con el público de los portugueses.
Hasta hubo tiempo para pequeñas bromas y canciones a dueto. De los más aplaudidos del fin de semana.
The Jackets
Venían desde Suiza, y tenían ganas de mostrarse agresivos. Frenéticos riffs y una actuación muy punk sobre el escenario. Fueron de menos a más, ya que en la primera parte el público permaneció algo pasivo (lo cual no correspondía con lo que se veía en el escenario).
Por suerte, decidieron interactuar y dialogar algo más, lo que provocó una gran mejora y conexión entre ambas partes.
Los ritmos sucios y penetrantes del final, desembocaron en un épico crowdsurfing entre el público. Uno de los momentos que más se recordarán de esta edición.
The James Hunter Six
Todas las miradas puestas en el escenario. El cabeza de cartel de este año hace su aparición. Con calma, y una formación con aroma bastante añejo, comienzan a tocar.
Plasman una gran variedad de estilos, aunque guiados principalmente por el r&b. Y es que uno de los puntos fuertes del show fue precisamente esa combinación de sensaciones. Sin movernos del territorio retro, experimentamos fases lentas, otras en cambio más movidas… todas con una calidad magnífica.
Un tono azul iluminaba cada pieza desde los focos mientras el grupo la desgranaba con gran maestría y mimo.
Empezaron con una precisión de cirujano que dio paso a una forma más anárquica en sus composiciones. Los últimos temas, acabaron mutando en jam sessions en las que James se gustó mucho, muchísimo, y desplegó todo su potencial y buen hacer. Sus solos de guitarra finales ya forman historia del Purple Weekend.
Podríamos considerarlo como el día grande debido al ambiente y número de entradas vendidas. Pese a ello, siempre destacamos que el Purple Weekend es un festival realmente cómodo, y nunca sufrimos ningún momento agobiante. Además, fue la jornada en la que alcanzamos las dosis más altas de fiesta.
Accedimos al Espacio Vías mientras The Barreracudas se acababan de meter a todo el público en el bolsillo. Rock intenso y con mucho punch ponía la sala patas arriba mientras el público gritaba pidiendo más. El generoso BIS sirvió como enlace para lo que estaba por venir…
Mystic Braves
Mucho ojo, comenzaba nuestra recomendación principal y uno de los conciertos más esperados de toda la edición.
Desde Los Angeles, llegan al escenario 5 chicos que parecen directamente salidos del Woodstock del 69. Molones a tope.
No hacen apenas ruido, casi ni hablan, cogen sus instrumentos y el show echa a andar.
Su propuesta: Una psicodelia retro a la que, de vez en cuando, condimentan con algo de garage. Aquel ya lejano Woodstock podría haber sido el lugar idílico para acercarse a su música, pero no se quedan ahí. El teclado les da un toque suave, y hace que todo fluya mejor. También acaparan algún elemento de la nueva ola psicodélica nacida en Australia.
Sus guitarras están muy trabajadas, y convierten el concierto en un verdadero viaje ácido al corazón de los años 60-70. Su habilidad uniendo escalas sorprende, y hasta se permiten el lujo de marcarse secciones lentas, introspectivas, que rompen al final.
Por supuesto no faltan “Desert Island”, “Great Company” o “Mystic Rabbit”
Tras finalmente soltarse la melena, y darlo todo en el último tema, son vitoreados para volver con un BIS encabezado por “Bright Blue Day Haze”. Darán mucho de qué hablar.
La jornada final acabaría en el Pabellón CHF. Screaming Lord Stax And The Savages y Peralta iniciaron el sendero final con unos conciertos muy entretenidos perfectos para empezar a caldear el ambiente.
The Woggles
Con bastantes años de conciertos a sus espaldas, la formación americana ofreció un garage pop desenfadado, con estribillos bastante pegadizos.
A pesar de su edad, el esfuerzo por conectar con el público fue bastante grande, y tuvimos un par de visitas al público con previo salto desde el escenario.
La sincronización entre los tres miembros era total y se atrevieron a marcarse unas cuantas coreografías bastante graciosas.
Fue un concierto para dejar al lado las preocupaciones, saltar y disfrutar.
Alex Cooper
Hace 28 años, nacía un festival en la ciudad de León. Su misión, acercarnos más al glorioso pasado, sin dejar de mirar hacia delante. Alex Cooper, exlíder de Los Flechazos y uno de los fundadores del evento leonés, volvía a aparecer en el escenario ante un público muy muy emocionado.
Traía un show especial denominado “30 años viviendo en la era pop” en el que hacía un repaso completo a todos los grandes éxitos de su larga carrera.
“A Toda Velocidad”, “Luces Rojas”, “La Chica de Mel”, “Lo Conseguí”… Todas fueron coreadas de principio a fin por un público visiblemente nostálgico y feliz.
Como el show era especial, algunas canciones tuvieron ayuda en forma de vientos para que pudieran sonar como en estudio, o darles un aire algo novedoso.
Hubo reivindicaciones, (como la exigencia de una ley que permita entrar a menores a este tipo de eventos) bastantes aplaudidas, y una conexión total entre ambas partes.
Por supuesto hubo BIS, y por supuesto se despidió por todo lo alto. Aunque seamos jóvenes, conseguimos sentirnos un poco en aquel primer Purple Weekend, y nos encontramos arropados por los cánticos de la gente. Eso es algo que solo los grandes conciertos pueden conseguir.
Purple Weekend 2016 no ha decepcionado. Hemos vivido momentos mágicos que nos han hecho volar y hemos quemado la pista a base de bailes. El balance ha sido muy favorable con 14.000 asistentes entre todas las jornadas y 1.6 millones de euros de impacto económico para la ciudad. Esperamos volver a vernos el año que viene.
¡Viva el Purple Weekend!