Cuando viajas sin aire acondicionado vuelves a los 80’ y así lo hicimos. Decidimos no arreglar la fuga que nos costaría lo mismo que disfrutar una semana de vacaciones en cualquier sitio.
La idea es llevar lo necesario en la maleta para pasar un par de días y, si puedes, elegir dos vestidos mejor que tres, así no tendrás que tomar una decisión.
Miramos el atardecer desde la N1, atascados en el Jarama. Viajamos con las ventanillas bajadas y la velocidad hizo el resto. Unas veces la música estaba por encima de la conversación y otras, dejábamos de hablarnos para que el silencio llevara nuestra mente a otro lugar.
– Tenemos que estar en Riaza antes de las diez -. Llegar bien y en hora se convertía en nuestra única responsabilidad. En ese momento saqué el brazo por la ventanilla, sonreí y coloqué mis gafas de sol como diadema para que el viento que cruzaba mi pelo no impidiera una correcta visión de la carretera.
La belleza es algo que acompaña todo lo que hago. Sin tregua.
Llegamos a nuestro destino a tiempo para que empezará el concierto de Old 97’s. Mientras imaginábamos qué estaría pasando en el escenario, nos acercamos a la plaza del pueblo, buscamos el hotel Plaza y desde la misma plaza probamos lo que era ponerse una chaqueta en pleno julio. Estábamos dejando atrás la ola de calor de la ciudad.
Paseo por el campo y bajo las estrellas para llegar al concierto de Laura Cantrell.
Su voz tan delicada evocó entre nuestros amigos un paseo al atardecer por un campo de trigo infinito. Salió el rock and roll y este pensamiento se cruzó con un deseo menos educado por su parte.
Mientras, yo era por un momento Queen of the Coast.
Discos, fotos, camisetas, water of flowers y vuelta al hotel bajo el cielo estrellado.
Amanecimos el sábado en el country side desde nuestra habitación de hotel. Llegó la hora del desayuno regado con café, zumo y cerveza y mezclado con tostadas, bizcocho de manzana y champú.
Lo más importante en ese momento era salir corriendo desde la mesa al ruedo y aprender a bailar. Uno, dos, charleston. Uno, dos, tacón, tacón. 35º grados al sol que te obligaban a repostar después de cada canción hasta que culminamos con Nancy Sinatra.
Podíamos haber seguido así, con el único alimento que nos proporcionaba el sol y las botas llenas de barro.
Menos mal que cada uno tiene su papel en los viajes y uno de nuestros amigos había reservado mesa en El Fogón para deleitarnos con lo más selecto de la gastronomía local. Brasas. Carne y alcohol de tomar para preparar la segunda jornada de festival con Emmylou Harris.
Yo ya tenía los ojos vidriosos cuando pisó el escenario.
No había forma más elegante de acompañar su melena blanca que la que tenía su banda y sus años eran historias que contar.
Me imaginé en su piel y subimos a ver el concierto desde la parte de atrás del escenario. Bailamos y nos abrazamos.
De momento, el aplauso, el saludo y fin de fiesta.
Hoy, a pesar del sueño y el cansancio, ya escuchamos en el desayuno que se prepara la próxima edición.
By Amparo Sánchez (@ASRambla)