El rock acaba de perder a uno de sus iconos más icónicos e influyentes. Ozzy Osbourne ha fallecido hoy a los 76 años, dejando tras de sí un legado difícil de igualar y una historia de excesos, reinvenciones y música inmortal.
El que fuera conocido como «el Príncipe de las Tinieblas» puso voz y actitud a algunos de los riffs más legendarios de la historia con Black Sabbath, banda fundadora del heavy metal. «Paranoid«, «Iron Man» o «War Pigs» siguen sonando en todas partes, como si hubieran sido escritos ayer.
Curiosamente, hace solo unos días Black Sabbath ofrecía su último concierto oficial en Birmingham, cerrando un círculo que empezó en 1969 y que cambió la historia de la música para siempre. Un capítulo final que ahora, con la muerte de Ozzy, adquiere un significado aún más emocional.
Mucho más que música
Ozzy no fue solo música. Fue espectáculo, fue polémica, fue reality show, fue meme antes de que existieran los memes. Mordió la cabeza de un murciélago en un escenario (por accidente, según él). Fue la cara del Ozzfest, uno de los festivales más importantes del metal en los 90 y 2000. Y se dejó ver en televisión junto a su familia en The Osbournes, el reality que cambió para siempre la relación entre el rock y la cultura pop.
Durante los últimos años, su salud fue un tema recurrente en medios y entrevistas. Parkinson, cirugías, recaídas… pero Ozzy siempre parecía tener una vida extra. Hoy, sin embargo, ha llegado el final del camino para uno de los personajes más irrepetibles de la historia del rock.
Adiós a una leyenda del rock
Ozzy Osbourne se marcha, pero su voz y su actitud seguirán sonando por los siglos de los siglos. Porque su historia no es solo la de un cantante: es la de un tipo que convirtió sus demonios en canciones, su locura en arte y su vida en leyenda.
Hoy el rock se queda un poco más huérfano, pero también más eterno.







