Foto by El Quinto Beatle
El pasado 14 de octubre, Manel volvieron a visitar la capital de la Península con un sold out colgado desde hacía días en la taquilla de la Joy Eslava. El pasado junio ya subieron el listón un poquito más con su presencia en el Mad Cool, donde quedó evidenciado el amplio público que tenían. Esta vez, volvió a darse la superación y por partida doble, pues presentaban un recién disco bajo el brazo que había dado mucho que hablar por su abandono del folk melódico con el que presentaban “Al mar!”.
Con una hora de retraso – un clásico cuando se trata de los conciertos en esta mítica sala, a quién vamos a engañar -, se plantaron en el escenario ni más ni menos con su nueva carta de presentación: “Les cosines”, de los temas más rockeros de Jo Competeixo. Con una coordinación espectacular e impoluta y unos cambios de voz de Guillem Gisbert que nada tienen que reclamarle a los trabajos de producción, Manel dejó claro su polivalencia y capacidades para amoldarse a nuevos géneros y, por lo tanto, a otras formas de vivir el directo. Con un total de 20 temas y dos bises, tocaron casi todo su nuevo LP, alternándolos con muchos temas de Atletles, baixin de l’escenari, que ya anticipaban una posterior evolución que nos brindan ahora.
De principio a fin, el público se mostró entregado. Y eso significó, sobre todo, la aprobación de la nueva imagen de los catalanes, que entendieron por ver un fanatismo palpable por corear el nuevo repertorio de pe a pa con tan poco margen de tiempo para poder ser memorizado. Cabe señalar que la sala más bien era una hermandad catalana, la mayoría formada por veinteañeros pero también por algún padre con su hijo, esto es, un público mucho más filtrado que no en otras ocasiones que el grupo ha visitado Madrid, que suele ser en festivales o con carteles compartidos. Y ya sabemos cómo la cabra tira al monte, y más cuando uno no puede comer hierba como cuando lo tiene cerca. Así pues, con este cúmulo de factores, la foto de la noche era clara: una euforia en toda regla. Su tensión se mantuvo al largo de la noche y de forma progresiva, pero hubo momentos especialmente desatados. Si por un lado regalaron momentos que no podían faltar como son “Ai, Dolors”, “Benvolgut”, su top ten de entre todo el repertorio que dan cuatro discos. Y parece ser que fue y va a ser así con dos en específico: el experimento de la cumbia de “La Serotonina”, que hizo de la Joy una pista de baile, y “Sabotatge”, que se encargó de cerrar la noche entre aplausos.
Dirán que Manel no son los que eran. Sí, claro, es distinto. Si antes había un ukelele y una guitarra acústica, ahora solo hay guitarras y un batera que no puede parar quieto. De hecho, temas como “Desapareixíem lentament” o “Quin dia feia, amics…”, de tempos mucho más calmados, se versionaron aportando velocidad y sonido. Pero con un entradas agotadas por las ansias de verlos, aprovechadas por cada uno presente desde el primer minuto de las dos horas que duró de concierto, y por otro lado un directo que la banda superó con creces hasta soltarse completamente, no se puede negar que este cambio no vaya acompañado de un éxito. Y ese reconocimiento se debe a esa virtud que en la música pocas veces se da, por mucho que se intente: ser camaleónico. Y eso es lo que Manel tiene.
By Andrea Genovart