Y llegó la novena edición del BBK Live, en el monte Kobetas de Bilbao.
He de confesar que mi relación con este festival, al que he acudido en cinco ocasiones, se encuentra en una situación similar a la de ese amante con el que has echado unos polvazos increíbles pero que ya no te pone igual, aunque te duela.
Podría decir que son las circunstancias, la edad, la experiencia, ejem, pero lo niego. Sigo disfrutando cual efervescente adolescente de otros muchos conciertos a los que voy. La gran diferencia es que estos son en salas o lugares pequeños donde el sonido te recorre desde la punta del dedo gordo del pie hasta el último capilar de la coronilla. En este BBK Live, esa sensación sólo la tuve escuchando el directo de MGMT.
No cuestiono la calidad de los grupos que acuden a este nuestro festival local, pero sí el producto resultante. Demasiada gente por kilo-decibelio. Aún así, siempre hay lugar para disfrutar de bandas que de no ser por este festival no tendría tan fácil acceso.
Mi sesión del jueves comenzó viendo un hermoso atardecer escuchando «La deriva», lo último de Vetusta Morla, en un horario muy acertado. Un marco de postal para un concierto sin sorpresas pero con una calidad que se disfruta de sobra, aunque no seas uno de los entusiasmados fans que llenaban el espacio cantando y aplaudiendo sus canciones. Escuchar «Sálvese quien pueda»» coreado por miles de personas siempre emociona.
Franz Ferdinad llegó con gloria y con la misma se fue. Un concierto entregado, en la línea de sus directos pero sin sorpresas. Llama la atención la capacidad de esta banda para generar hits y melodías resultonas. El público se vino arriba con los conocidísimos «Do you want to» y «Take me out». Para los que ya los han visto actuar en otras ocasiones, todo correcto, mas nada nuevo bajo el sol.
Phoenix. Una de las sorpresas inesperadas de la noche. Si bien su música es para levantar ánimos en busca del hedonismo, a mi parecer demasiado facilón, sí me sorprendió la calidad de su directo. Sonido impecable, temas que acaban por levantarte el ánimo y lo pies del suelo y un frontman simpático y entregado. Quizás con una voz que aunque esforzada, por momentos era aplastada por la música. Supo ganarse al público, hasta degustó el kalimotxo de manos de algún fan y caldeó el ambiente en uno de los momentos más húmedos de la noche. Maldito txirimiri… de txirimiri nada.
Crystal Fighters. A determinadas horas de la noche o te da el bajón y reclamas la cama y una retirada digna o te lanzas y lo das todo. Los Crystal Fighters resultaron ideales para darlo todo. Música para contorsionar, saltar, bailar y echar el resto. Musicalmente resultan ser un extraña mezcla de distorsión étnica y ritmo electrónico. Divertidos a ratos, delirantes por momentos. Distintos en general. Ellos lo dieron todo, y el público se dejó ir.
Los que me perdí y me gustaría haber visto, Parquet Courts y los barceloneses The Suicide of Western Culture (a estos les tengo muchas ganas), siguen siendo una cita pendiente en mi agenda.
La segunda noche, el viernes, fui directa a ver a The Prodigy. La diferencia con el concierto de hace seis años fue considerable. No lo pude disfrutar del mismo modo que aquella noche bajo un chaparrón interminable en la que los incondicionales de la banda que aguantamos bajo la lluvia lo dimos todo en un ambiente totalmente festivo entre agua, cerveza y barro. Fue uno de las bandas con más volumen de la noche. De todas formas, un directo así necesita más decibelios o menos público al que llegar. Por no decir señores organizadores, que al día de hoy The Prodigy ya no es cabeza de ningún cartel.
El Columpio Asesino. Innegable que el directo de estos chicos es arrasador. Lástima que el sonido de la Carpa Sony deje tanto que desear. Seguramente los afortunados que no murieron asfixiados en el intento y que pudieron escuchar el concierto en el interior de la carpa lo disfrutaron. Los que no cabíamos, que éramos la mayoría, en ocasiones sólo percibíamos un estruendo compacto cual hormigón armado.
Sábado sabadete.
Elliott Brood. Si a los super cabezas de cartel, que actuaron horas después, les faltó entrega, al trío canadiense le sobró. Folck y sonido de calidad además de una banda tan solvente como elegante fueron los pilares de una actuación que animó a mover las caderas y corear canciones desconocidas para quienes ni conocíamos a Brood. Sin desmerecer a The Luminers, impecables poco después sobre el mismo escenario, las ganas de Elliot Brood y su calidad hubieran puesto patas arriba a la multitud que esperaba a Black Keys.
The Luminers. Un gustazo para los sentidos escuchar a esta banda estadounidense que ha saltado a la fama con ese multicoreado ‘Ho Hey’ que muchos esperábamos escuchar como broche final. No fue así. Y la verdad, para qué, teniendo temazos con igual o más fuerza en su repertorio. ¿La pega? De nuevo esa frialdad para con el respetable. O quizás fue que el respetable no conectó con las bandas. No hay duda de que fue la noche de los grupos que llegaron, cantaron y, casi, ni saludaron.
The Black Keys. Con un sonido impecable rindieron a la mayoría del público. Al menos a aquellos que acudieron a Kobetas a escucharles a ellos y no a ligar o a decir ‘yo estuve allí’ aunque no supiesen mucho más que corear los ‘o o o oooo’ del «Lonely Boy». Al grupo le sobra calidad pero le falta calidez. Se pudieron contar con los dedos de una mano los guiños al público. Profesionales pero distantes. Podía haber sido el conciertazo de esta edición pero se quedó en la cita multitudinaria. Y a muchos nos dejó con la sensación de que el escenario no era el adecuado.
Y llegó por fin el momento más esperado para la señora: MGMT. Desde el segundo escenario, comenzaba su directo con una pequeña intro a base de samplers, con grito de Tarzán incluido, en la que una voz robótica nos repetía las siglas que denominan a la banda y que enlazaba con el primer tema de la noche, “Flash Delirium”. De ahí, subida en picado. «Time to pretend» nos introdujo de lleno en el particular viaje que nos ofrece la banda, promotora de la nueva psicodelia del siglo XXI. Siguieron con temas como “Weekend Wars”, “Alien Days” y algún que otro viaje demasiado psicotrópico para el público en general, yo encantada. Y llegó “Kids”, y Kobetas tembló. Tuve la gran suerte de poder disfrutar de MGMT en las primeras filas, empresa que para algunos, la gran mayoría, resultó imposible. Claro que casi muero aplastada en el pogo que se lió con «Kids», pero mereció y mucho, la pena. Larga vida a estos chicos de Connecticut.
Los que me perdí: Belako, a los que tuve el placer de escuchar y admirar en la primera edición del BIME (Bizkaia International Music Experience), e Izal, de los que no he oído más que elogios. Otra vez será.
Ahora a descansar. Calentamos motores para los nuevos conciertos que nos depara el periodo estival y esperamos con ansias el comienzo de BIME. Un formato que me gusta bastante más que el de estos macro festivales en los que la música no es la cabeza de cartel.
Saludos y fuerza.
Crónica by @iris_arri y @HelenukiR. Fotos by Music Snapper
No hablas de foster the people que fue el mejor grupo junto con the black keys con diferencia…