Texto by Irene Naranjo
Fotografías by Carla Ferrería
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Con los ritmos frenéticos y autómatas a los que nos somete cada día esta sociedad, necesitamos más espacios en los que fluir. Uno de esos espacios mágicos se llama Balboa (León). Esta es la ubicación elegida por la organización de Observatorio para asentar su festival. Aquí va lo que allí vivimos.
Observatorio Festival – Crónica
DÍA 1
Mi experiencia festivalera empezó ya desde el camino, cuando me encontré con María (a la que conocí en un grupo para compartir coche que abrió Observatorio). Con mi querida tienda de campaña a cuestas, me adentré en un coche con 3 personitas dispuesta a convivir varias horas de trayecto. El paisaje iba cambiando mientras me enteraba que compartía instituto con el conductor y que mi compañero de asiento era Promising/Youngster, una de las propuestas electrónicas del cartel. Charlas sobre música, viajes, carnet de conducir, algunas cervezas y un altavoz caprichoso que reclamaba carga a gritos y no quería subir el volumen, fueron los protagonistas durante 5 horas.
Al llegar me esperaba Carla (la responsable de las fotos que aquí aparecen). Asentarse en el camping era en ese momento el siguiente objetivo, mientras esperábamos a Pilar y a los chicos carismáticos. Pero nuestras ganas de concierto hicieron que abandonáramos la espera y fuéramos poniendo rumbo al escenario.
Una de las advertencias que habría que tener en cuenta es que, una vez se sube a pata al castillo (un escenario a los pies de un pequeño castillo en ruinas a lo mejor era una pista importante), olvídate de bajar y subir más en la misma noche. Así que un poco rojas y sudorosas, llegamos a tiempo para ver a Solo Astra. Las vistas merecían la pena. Empezaba a atardecer a ritmo de ‘Nudel’ y ahí quería estar.
Los chicos de Baywaves tomaban el relevo. Y la hipnotizante danza del bajista nos hacía bailar con una sonrisa en la cara mientras sus movimientos me recordaban a el recientemente fallecido Audun Laading, bajista de Her’s.
El gasto de protones (la moneda oficial que cotizará próximamente en bolsa) en vermús y cervezas, iba pasando factura. Tal efecto hizo que hasta lo pasara bien con la cumbiatune de Ortiga, que salvó con acierto la falta de Kokoshka. Por mucho que estuviera pensando a cada segundo lo bien que habría estado escuchar allí ‘Seguiremos en pie’. Pero no volveré a pensar en ello.
Le Parody, Baiuca, Akkan, Bronquio… La música se sucedía y algún que otro viejo reencuentro hacía que el ambiente fuera perfecto.
DÍA 2
Una piensa que en plena ola de calor, León va a ofrecer un poco de respiro. Sin embargo, el sol de la mañana hizo que el efecto invernadero de la tienda no me dejara dormir (a pesar de ser la más tardona en desperezar). Menos mal que nos esperaba el río para darnos unos chapuzones antirresaca. Una de las cosas que hace especial a este festival es el cariño y el mimo con el que se organiza. Ejemplo de ello eran los numerosos talleres: escritura de fanzines, estampación… No todo iba a ser música.
El momento diurno iba abriendo paso al nocturno y la vuelta al escenario principal. Con ganas de ver a nuestros amigos de Carisma abriendo la noche. Tarik, Rubén, Iván y Santi forman esta banda asturiana a la que es imposible no querer. Y más cuando a pesar de quemarles una letra de una canción (cosas que pasan en la noche) meses atrás, ves como esa canción ha tomado forma y encima te la dedican.
Las chicas de Amparito fueron las siguientes. Y ahí estábamos nosotras cual groupies cantando sin dolor mientras aparecía la clara oscuridad. Su buenrrollismo hizo del concierto un entorno divertido y familiar (con sus madres incluidas).
En la tranquilidad de Penny Necklace tuvimos que abandonar para hacer un taller, al que nos arrastró Cris, con los simpáticos de La maldita radio. Los que estuvieron grabando los conciertos del festi, además de desatar su creatividad con diferentes actividades y entrevistas. ¡Todo un puntazo!
Vuelta a la acción con Texxcoco, nunca mejor dicho, ya que ofrecieron la máxima acción de la jornada. Y el paso a la asombrosa psicodelia de Puma Pumku que iba desatando un ambiente digno de querer parar el tiempo. Pero el tiempo pasaba muy deprisa y saltaba a la mágica melancolía de Soledad Velez que prometía un viaje sensacional lleno de brillo. Así fue. La electrónica se adentraba con Lagoon y Promising/Youngster (mi compi de trayecto ya estaba avisado de que el medio electromecánico no era el mío). Cerraban la noche los propios organizadores con una sesión también electrónica, en la que terminé en conversaciones comparativas de formas de pinchar con tirachinas.
Y fin. Todos a sus tiendas sin anécdotas de ningún tipo (mentira). Y una sensación a la mañana siguiente de querer abandonar Balboa (mentira duplicada por mil).
Si te has quedado con ganas de vivir tu versión, el año que viene habrá más, ¿mejor?