A las 23.30 le tocó el turno a los Baywaves, representando el grupo de la ciudad que a la vez era sitio de inauguración de este pequeño tour. Y tampoco permitieron echar en falta nada, al contrario. Si bien estábamos acostumbrados a unos temas grabados algo más pausados, mostraron un directo todavía más sonado y que invitaba a zapatillear, pero que ya empezaba a ser costoso por la cantidad de gentío que había a lo largo de la sala. Baywaves dejaron con la boca abierta a todos aquellos que no los habíamos visto debutar en nuestra lista de conciertos, que éramos mucho y comprensiblemente, pues éste cuarteto joven acaba de empezar y de ellos solamente tenemos cuatro temas en stream. No obstante, la coordinación de este grupo arriba del escenario es como si fuera de años de bagaje; con un eco fluido y marcándose alóun que otro solazo, mantuvieron una línea de consonancia y de tensión de modo ininterrumpido durante toda la hora que tocaron.
Ya a las 00.30 el único – y último del cartel – grupo, las letras del cual cantar a vivo pulmón por ser los únicos de la noche de composiciones en castellano, se subió a la tarima. Sin embargo, hubo una particularidad en el directo. Y es que si algo caracteriza a Los Bengala es por ser dos: un guitarra – Guillermo – y un batera – Borja Téllez -. Éste último apareció con el brazo escayolado, cosa que le impedía hacer uso de los pocos instrumentos que peculiarizan este garaje felino, que es como autodenominan a su música ruidosa y minimalista. Así pues, esta vez el grupo eran tres. Borja y Guillermo Sinnerman aparecieron con su usual indumentaria de conjunto de tigre, y ponían las voces rascadas al unisono; al fondo, un batería que en un primer momento podía parecer algo auxiliar pero que después acompañó toda aquella fuerza apresurada como si fuera uno más y necesario. Aunque la limitación de Borja era además de visual evidente, pues instrumentalmente solo se podía servir de una pandereta, éste se supo salirse de la mejor forma. Y es que si algo personaliza este dúo, también de Zaragoza, es su actitud. Y ésta, como en sus compañeros de cartel, se mantuvo de principio a fin, hecho que explica una noche sonada y un desenfreno que, en todo el repertorio de Incluso Festivos fue catártico: abajo, el pogo era mayoritario y es que todos los que estábamos allí lo aclamábamos desde el principio, con ganas de saltar y canalizar toda una energía que el repertorio así lo exigía y transmitía hacerlo. Así pues, si algo podría definir esa noche del Jägermusic Toour fue, sin duda, la explosión que se creó tanto por los que estaban arriba del escenario como por los que estaban abajo o, mejor dicho, a sus pies.
By Andrea Genovart