La primera de las dos noches de Interpol en La Riviera transcurrió como gran parte del público que llenaba la sala madrileña deseaba: entre elegante rock, luces estroboscópicas y las palabras en castellano de su líder, Paul Banks, entre canción y canción. Y es que el sólido español de Banks se debe a que vivió durante varios años en Madrid, dato que hacía aún más especial su regreso a la ciudad.
La banda con base en Nueva York se había prodigado mucho en carteles de Primavera Sound (organizadores del concierto), pero hacía tiempo que no tocaban en la capital. Lo subsanaron contundentemente, con un setlist formado por casi 20 canciones que repasó algunos de los temas más celebrados, himnos atemporales como “Slow Hands”, “Evil”, “Lights” o “Rest My Chemistry”, que nutren sus siete discos de estudio.
Su puesta en escena se centró con detalle en la música y un baile de luces perfectamente ejecutado que acompañó cada una de sus canciones. En sus conciertos no hay apenas movimientos, sólo poderosas caricias a los instrumentos y una voz que resurge entre riff y riff. Interpol siempre cumplen con su cometido, son como ese jugador que sin florituras ni aspavientos se consolida como la pieza clave del equipo. Verles siempre es un valor seguro.
La dulzura de Water From Your Eyes dio paso al concierto principal, que duró 90 minutos y cuya intensidad fue subiendo con el paso de los minutos. Consiguieron crear un ambiente idóneo para que una noche de lunes a priori tranquila se convirtiera en un memorable recuerdo.
