vetusta morla 2018 madrid

Crónica by Dimas Pardo

Si en grandes acontecimientos palomiteros como Parque Jurásico aprendimos que los dinosaurios van en manadas, gracias a este tipo de recital masificado sabemos que «Los Modernos» (o como se llamaría en mi pueblo, casi murciano, a los fans de Vetusta Morla) también. Mientras nuestros científicos de Wake and Listen investigan una posible interpretación buena de tal epíteto para contentar a los haters, yo, uno más de estos «Modernos», me dedicaré a destazar la crónica de este concierto.

Si tecleo con la fuerza de la potente voz de Alan Grant que «esta peña se me mueven en manadas» es por el suceso, propio de docu de La 2, que vivimos al bajar por allá por San Fermín para ir al recinto de La Caja Mágica. Cientos de personas fluían como un solo ser formando extrañas figuras a la salida del metro. Sí, como una gran parvada de estorninos que se preguntan «Dónde está mi cerveza pre concierto«.

Pronto bares y bazares hicieron el agosto. Incluso pudimos ver a un dueño asiático en mitad de la calzada, de rodillas, y maldiciendo en su idioma no haber abastecido mejor su nevera de Mahous y de Chipys para este día.

Mientras tomaba mi cerveza (del tiempo) con unos amigos en la cola, muy rápida y eficaz en el tramo que me tocó, a mi ya me dolía el área del cerebro que utilizo para experimentar conciertos. Alguien ya nos había pasado el setlist con la canciones y, haciéndome el valiente delante de mis compañeros, le eché un ojo presumiendo de que a mí no me afectan los spoilers. Pues bien, no iban a tocar ninguna de mis preferidas… y esto amigos, bueno, me ahorraba dos horas de la esperanza de escucharlas, pero también dos horas de la ilusión de «Sí, porfi, porfi, que Un día en el mundo, Lo que te hace grande, o Rey Sol, sean las siguientes«.

Atesoré en uno de mis puños el poder de hundirle el concierto a cualquier fanático eufórico que se pasara de la raya en la cola de la barra y me dispuse a ver el concierto después de cambiar mi vida en tokens. 1, 3 euros, 9 euros el mini.

Recuerdo ver a las cámaras haciendo una gran panorámica de los asistentes y me imaginé a Pucho y al Indio, antes de salir al escenario, frotándose las manos y haciendo las cuentas de la pasta que iban a sacarse por persona.

«Mismo sitio, distinto lugar», la primera. Empezábamos bien… Es una de las que no me gustan del nuevo disco… Pero el público tenía hambre de esa voz tan característica y de esa música envolvente. «La emoción hace olvidar a la gente que huele un poco a chotuno aquí dentro» (Testimonio anónimo). “Vetusta mierda” (Otro testimonio anónimo)

Con «Deséame suerte», me ocurrió más de lo mismo, algo en mí no funcionaba. El «Efecto destripe» de saberme de pe a pa todo el setlist hacía mella y yo solo podía mirar mi reloj Casio dorado e imaginario y pensar: «Dos menos para Copenhague«.

«El Discurso del Rey», «Palmeras en la Mancha», «Golpe Maestro», tanto a mí como al público nos estaba subiendo la cerveza. Sonaban a gusto, sin salirse de la raya y dentro de sus imponente espectáculo de luces. Aunque todavía seguía mirando a las caras de mis vecinos de las filas centrales, midiendo su altura y complexión, para ver si alguien sería capaz de elevarme sobre sus hombros llegado el momento de «Copenhague».

Hice cuentas para no mearme demasiado pronto, la verdadera primera canción de todas las que iban a tocar que me interesaba era la octava, «Maldita Dulzura«. Era un tipo con suerte, tenía amigos que hasta la veinte no conocían nada de la banda. Sin embargo también bailaron y tararearon «hablemos para no oírnos bebamos, para no vernos…» y, por supuesto, «Cuarteles de invierno», esa gran joya que para mi salva un disco tan “Meeeh…” como La Deriva.

«Tío, creo que he visto a Broncano» dijo mi colega a la vuelta del baño, «¿Has estado fumando lo que vendían esos repeinados chungos de la entrada? No me jodas que ahora viene una de las mías.»

Y así fue, sonaba «Copenhague«, sí, con sus luces azules y el recuerdo de mi primer año de universidad escuchándola en cada piso de estudiantes que visitaba. Era 2008 y esta banda había pegado fortísimo. Nadie creía que algún día llegaría a juntar a 38000 o 40000 personas en un recinto. Tampoco que las haría felices a todas y que continuarían sonriendo en su búsqueda del coche a la salida, tras dos horas de avanzar sudando entre la multitud, como quien avanza en su barcaza por las selvas del congo de Conrad. “¡¡¡NO QUIEEERO MORRRIIIIR AQUÍIIII!!!” gritaron unos cuantos atrapados en la apelmazada cola de salida.

Los brindis de la banda fueron varios. Pararon el concierto para reafirmarse en sus creencias y exponérselas al público. Estamos de acuerdo con todas desde Wake and Listen, incluso la del Sr. Cerdo que se subió a armarla. Finalmente sí andaba por allí Broncano, mi amigo no había fumado tanto. “Ojalá hubiera salido vestido de Tortuga Ninja o Power Ranger Blanco”, pensé, “en vez de tan atocinado”.

«Estamos aquí por la música» y «la música es y nos hace libres» fueron las grandes reflexiones del Sr. Cantante. Luego dijo más cosas, majas y reivindicativas, pero como me suele pasar cuando están en anuncios en la tele, no suelo prestar demasiado atención.

«Fuego» sonó todo lo roja que azul había llegado a ser «Copenague». «La Vieja Escuela» y «23 de Junio». Por fin sonaban la canciones que me fascinaban del último disco, canciones que marcan totalmente una diferencia con sus primeros discos, que parecían evolucionadas y densas, preparadas para un grupo más experimentado.

La calma zen que siempre supone cantar «Al respirar» al aire libre invadió la campiña. «La Deriva», «Sálvese Quien Pueda», «Valiente», se engarzaban sonoramente y hacía vibrar las pupilas de los ojos más motivados que hayas podido ver en un público. Había un contrato bilateral, sinalagmático, entre ellos y el sistema de pirotécnico de luces que tenían montado los Vetusta.

«Me refiero a usted» ( así es como llamábamos en mi antiguo curro a «Te lo digo a ti» cuando salió como sencillo del último disco) encantó, si cabe, todavía más a los presentes, que tras horas de éxtasis y moderneo pensaban ya en cual serían los bises y si tendrían la suerte de escuchar algún tema legendario todavía pendiente en el tintero.

Los chicos volvieron de hacer como que no iban a salir y lo hicieron con «Consejo de Sabios», «El Hombre del Saco», «Los Días Raros». Estos tres temas acabaron con toda esperanza de que sonaran por error alguno de mis temas indiscutibles. Sin embargo nadie se puede enfadar mientras grita y enumera «los vicios que nos quedan por perfeccionar en los días raros«.

Desde aquí queremos mandar un saludo al rapero famoso que le dio un chungo y la gente en vez de ayudarlo se puso a grabarlo con el móvil (BRA-VO). Nos identificamos tanto con él que, si es menester y no molestamos, iremos a llevar flores y oxicodona (en grandes cantidades porque así nos llegan a las redacciones de Wake and listen) al lugar donde se esté recuperando de ese ataque de ansiedad. Qué alguien nos twitee el lugar donde ese hombre sigue con la mano agarrada al pecho porque vamos a ir para allá a darle nuestras bendiciones y a compartir consejos de relajación y Tao.

Un saludo también para Ana y su coleta almohazada con champú Herbal Essences, que, atada bien alta, estuvo todo el rato bailando frente a mí «como un lazo en un ventilador» y acabó repetidas veces golpeándome en la cara.

 

El Setlist Maldito – 23 de junio de 2018 en La Caja Mágica

1.- Mismo Sitio, Distinto Lugar

2.- Deséame Suerte

3-. El Discurso del Rey

4.- Palmeras en la Mancha

5.- Golpe Maestro

6.- La Mosca en tu Pared

7.- Pirómanos

8.- Maldita Dulzura

9.- Cuarteles de Invierno

10.- Copenhague

11.- Fuego

12.- Guerra Civil

13.- La Vieja Escuela

14.- 23 de Junio

15.- Al Respirar

16.- Punto Sin Retorno

17.- La Deriva

18.- Mapas

19.- Sálvese Quien Pueda

20.- Valiente

21.- Te lo Digo a Ti

22.- Fiesta Mayor

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23.- Consejo de Sabios

24.- El Hombre del Saco

25.- Los Días Raros