El momento más feliz es, por definición, caduco. Para que esta distinción exista deben vivirse instantes difíciles cuyo contraste haga que lo agradable parezca todavía mejor. No estoy diciendo nada nuevo: lo malo hace que uno valore lo bueno, y nada de eso dura para siempre. La parte negativa de todo esto es que cuando toca vivir esas etapas más duras parece imposible dejar de compararlas con lo que se sentía estando en la cresta de la ola.
Por supuesto, la persona que ha decidido arremangarse y amasar a conciencia este peliagudo asunto que invade constantemente la vida en pareja es Guille Milkyway. Pocos días después del llenazo de La Casa Azul en la Apolo de Barcelona, bang, nuevo tema. Es cierto que ya la habíamos escuchado anteriormente en numerosos conciertos de la gira pero, a quién vamos a engañar, se escucha mejor en casa con unos buenos auriculares que en una sala llena de gente murmurando y dos o tres cubatas de más. Hemos podido comprobar que sí, suena que da gusto, pero también duele como golpearte el meñique del pie.
El desbordante talento que tiene el catalán para la producción musical debería ser suficiente motivo para por lo menos dar una escucha a El Momento pero, en cuanto a referencias, podemos mencionar las dos que más eco han hecho estos días: el Italo Disco y Daft Punk. Sin embargo, el sello de calidad definitivo lo pone todo aquello que nos hace pensar en La Casa Azul y nada más que La Casa Azul: esos arreglos, capas y coros que si tuviesen frente llevarían tatuada en ella la cara de Guille Milkyway. El Momento atrapa al oyente lentamente, bombea cada beat desde el pecho hasta la punta de los dedos y cuando quieres darte cuenta te ha invadido por completo. Ya es demasiado tarde sacarlo de tu riego sanguineo.
Siguiendo la línea temática que se trazó con Podría Ser Peor (2016), El Momento continúa hablando de la monotonía en la pareja. Discusiones por los hijos, el desgaste de la convivencia, la sensación de que el cansancio te hace perder constantemente la oportunidad de ser feliz (perder ya no un tren metafórico, eh, un Maglev metafórico, ojo, cuidado). Una infinita carga emocional rebosa en el nuevo tema de La Casa Azul, como siempre, pero posiblemente incluso más visceral: en cada «culpa» parece que la voz de Guille Milkyway se vaya a romper y con el grito de «sé que podía ser» lo que se rompe poquito a poco es el corazón. Ni las minúsculas gotas de paz ni los trocitos de tranquilidad parece que puedan hacer ya nada por él. En cuatro minutos y medio hay tanta verdad que yo, a mis veintidós años, sin hijos, historial de convivencia en pareja y absolutamente ajena al tema que trata… he dejado caer alguna lagrimilla. Desde aquí quiero enviar un fuerte abrazo a todos aquellos que os pille más de cerca; posiblemente lo necesitéis.
Además, me provoca un tremendo placer contexto-estructural -¿existe ese concepto siquiera?- el que en 2007 hablase sobre El Momento Más Feliz y ahora, en 2018, sobre El Momento. Sin adjetivos, sin complementos, sin explicaciones. Como bien dejó plasmado hace once años: «el momento más terrible: comprender que es imposible revelarse contra el devenir». Nada que ver con «el momento de empezar a latir y de volver a crear, el momento de tener otra vida, morfogénesis mental, el momento de llegar a ti y fundirme en tu cuerpo y tu mente y poder revivir… era el momento». Entiendo este tema como una de esas etapas que te hacen valorar un pasado mejor y, en lugar de hundirte, te aportan la fuerza para recomponer, reconstruir. Aquí leo más esperanza que fatalidad. Quien no saca la parte positiva a una canción tan arrebatadoramente triste como la que nos ocupa es porque no quiere. Supongo que, efectivamente, siempre podría ser peor.