By Jara Blanco

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Cuando llega septiembre parece que nos imponen la vuelta al cole, las responsabilidades y el retorno del orden. Parece que el verano se va y, con ello, la lista de festivales. ¿En cuántos habéis estado este año? ¿Cuántos pensáis repetir el año que viene? Si aún no lo tenéis claro, en este mes de reseteo, hay una oportunidad para vivir una experiencia única y colocarla en el top ten del verano que todavía no se ha ido.

A tres horas de Madrid y a orillas del Guadiana se encuentra Medellín, un pueblo pequeño y sencillo que recibe amablemente la propuesta de cuatro personas que decidieron en 2018 emprender una aventura, parecida a una exploración territorial, pero en este caso, generosa y contemporánea: un viaje a los sonidos más actuales de la música electrónica en un lugar único. Una apuesta arriesgada, pero que permite descubrir que no todas las propuestas festivaleras tienen que pasar por los mismos patrones. Esta experiencia se llama ITHAKA Series#01 .

En este viaje, hay dos momentos: la noche, en un castillo del siglo XIII y el día, a orillas del río. Y en este proceso, va aumentando la adrenalina. El inicio del festival comenzó en el auditorio local, para comenzar el viaje con una escucha activa y relajada, de la mano de dos figuras históricas, Patricia Escudero y Luis Delgado y de la arriesgada propuesta de darkcopla de Crudha. Una vez reconocidas las primeras emociones, hubo que iniciar una subida, más arriesgada, a la cima de un castillo.

Una vez en llegamos arriba, nos encontramos en el interior de una ruina que ha vivido muchas batallas y duelos amorosos. Allí se aprecia mejor el cielo y la tierra y pudimos reconocer piedras históricas iluminadas tenuemente con velas. En el centro, un halo circular, que albergaba el hogar de las personas responsables de nuestros bailes, cada vez más intensos, cada vez más mimetizados con el escenario que nos rodeaba. En ese escenario se dieron cita nombres de la escena actual que pasaron un cuidadoso comisariado, estableciendo una paridad en los nombres de los artistas, con propuestas cuidadas y bien pensadas. Nada sucedía porque sí en Medellín… Así terminamos bailando con Kid Kala y Limabeatz entre sonidos de favelas y el kuduro, el tuki, el reggaetón y el dancehall de iii, casi al amanecer cuando el castillo se despedía hasta la noche de mañana.

ithaka festival 2019

El día del sábado se planteó como un proceso de mímesis natural, entre el sol y la sombra, en el mismo camping junto al río donde se presentó una propuesta diurna, un proceso musical donde ir despertando y generando ese contexto que caracteriza también a Ithaka: escucha compartida, baile sobre el agua y una comunidad que empieza a reconocerse, a modo de familia. La propuesta de Troya Modet nos hizo despertar los cinco sentidos para mantenerlos en activo durante las sesiones de José Rico y Anthonius. El final de la tarde con Gaspar Antuña nos hizo levantarnos, sentirnos en una pista de baile y empezar a sentir un nuevo comienzo…

La noche volvió a hacerse protagonista, y esta vez en el castillo nos esperaban nombres de gran trayectoria: Los Voluble supieron colocar al público en alerta y atención, quienes disfrutamos de cada imagen proyectada. Flamenco is not a crime nos hizo vibrar literalmente. Y la noche creció en intensidad hasta el amanecer, primero con las mezclas “clásicas” de Fran Lenaers y después con una nueva sesión de Troya Modet vibrante. En esa apuesta hasta la exploración final, disfrutamos de los sonidos de la lisboeta Odete hasta que llegó el amanecer con Tutu & Itzi, que ponía el broche final al festival y que invitaba a iniciar otro viaje exploratorio más personal en el recuerdo de una experiencia total.

Enhorabuena, equipo: una apuesta para abrirnos los sentidos, pero hacerlo de forma cuidada y cercana. El equipo organizador del ithaka estuvo presente, disfrutando y cuidando de los detalles. Un festival en el que la sostenibilidad es un pilar, y se siente: se advierten los gestos porque los lugares compartidos estén limpios y recogidos y así las personas nos convirtamos en aliados del patrimonio histórico que nos acoge; se agradece que los precios de la bebida y la comida sean populares y que además se haga una apuesta por bebida local extremeña.

Sin duda, Ithaka fue un festival diferente porque, precisamente, no es solo un festival. Es el conjunto de elementos lo que lo convierte en un viaje de ida al que seguir esperando hasta la nueva fecha de 2020. Volveremos, porque el Ithaka Series#01 no es real hasta que no lo has vivido.