Por May Fraser
El exbajista de Pink Floyd, Roger Waters, regresó a los escenarios españoles dentro de su gira This Is Not A Drill, con la que también actuó en Barcelona y en una doble fecha en el WiZink Center de Madrid, espacio donde se desarrolla la crónica.
Considerada como su primera gira de despedida, This Is Not A Drill tiene un diseño de escenario nunca antes visto hasta ahora en la carrera del británico. Con forma de cruz, pantallas colgantes con el mismo tamaño y situado en el centro del recinto, este escenario 360º permite a los músicos desplazarse en todo momento para poder observar al público desde todos los ángulos.
La última vez que Roger Waters nos hizo una visita fue en 2018, dentro de su gira Us+Them, en la que también tocó dos noches seguidas tanto en Barcelona como en Madrid. Para la primera fecha de Madrid, el británico ha elegido un setlist con canciones estrella de Pink Floyd, pero también ha incluido temas propios en solitario, además de la canción The Bar, escrita durante la pandemia.
A las 21:05 de la noche, el WiZink Center de Madrid ya estaba impaciente por ver a la estrella de la noche, que no dudó en hacerles esperar aún más con mensajes en la pantalla narrados por Waters a 15, 10 y 5 minutos del comienzo del espectáculo. Dos mensajes finales fueron mostrados ante el público, uno instando a no grabar con los móviles y otro invitando a los espectadores a que, si no les fuera a gustar la parte política del espectáculo, salieran del recinto y se dirigieran al bar.
Los primeros acordes de Comfortably Numb comenzaron a sonar acompañados de un vídeo en una ciudad casi postapocalíptica, hasta que empezaron a aparecer en el escenario los músicos y, por último, el propio Waters. A esta, la siguieron una tanda de canciones de Pink Floyd, entre las que destacaron Another Brick In The Wall parte 2 y parte 3.
Antes de llegar al intermedio, sonaron temas propios de Waters, así como Wish You Were Here y Shine On You Crazy Diamond (Parts VI, VII, V), acompañadas de imágenes de unos jóvenes Pink Floyd en forma de homenaje. Curiosamente, dentro de ese homenaje no se encontraba David Gilmour, confirmando así que cualquier intento de reunión sigue siendo inviable. Por último, el bajista instó al publico a que balara junto a él para dar paso al tema Sheep, con el que liberaron un globo con forma de oveja que se paseó por todo el recinto.
Finalizado el intermedio, sonaron In The Flesh y Run Like Hell, con las que Waters se vistió de dictador con un abrigo largo de cuero, unas gafas de sol estilo aviador y la banda roja colocada en el brazo con los martillos de The Wall. Más reivindicaciones políticas se vieron a continuación, soltando de nuevo un globo gigante, en esta ocasión, con forma del cerdo característico de la portada de Animals, pero con un estilo muy diferente del original.
A raíz del 50 aniversario de la publicación de The Dark Side Of The Moon, era imposible que se dejase olvidada la cara B completa de dicho álbum, decorando la pantalla gigante del escenario con diversos triángulos formados con láser a modo del prisma de la portada del disco. Con un público totalmente entregado, ya era hora de despedirse, cerrando su primera noche en Madrid para el público, pues el británico iba a continuar la noche bebiendo en el bar acompañado de su amigo Pitingo. Ni ovejas y cerdos voladores han conseguido llamar tanto la atención como conocer la amistad entre el rockero y el cantaor.
El elemento más significativo de esta gira es el escenario 360º, que se sitúa en el centro del recinto, permitiendo la circulación de los músicos por todos los ángulos. Aunque puede parecer un diseño moderno e interesante, no termina de ser muy práctico, pues el público puede tener muy buen campo de visión de lo que ocurre en el escenario en un momento y, en el siguiente, que le estén dando la espalda. El fallo de esta gira con respecto a la anterior ha sido, sin duda alguna, la utilización de este estilo de escenario.
En esta gira se echan muy en falta temas estrella del repertorio de Pink Floyd, sobre todo teniendo en cuenta el aniversario del álbum insignia de la banda. Canciones como Mother, The Great Gig In The Sky o One Of This Days no se escucharon en la primera fecha del WiZink Center, prefiriendo meter en el setlist más temas en solitario.
La política y la lucha por los derechos humanos sigue siendo tema insignia de las giras de Roger Waters, que no duda en mostrar en las pantallas los crímenes de guerra durante los mandatos de los últimos presidentes de Estados Unidos, así como el infame vídeo Collateral Murder filtrado en 2010 por Wikileaks. La lucha a favor de los derechos de los palestinos, los yemeníes, las mujeres, las personas trans y los nativos americanos fue una reivindicación clave en el concierto, así como la puesta en libertad de Julian Assange, ya habitual en la temática política del británico.
Por último, el diseño de las pantallas y la iluminación han perdido el efecto sorpresa que tuvieron en la anterior gira, sustituyendo las pantallas desplegadas y movibles por una fija en forma de cruz y rebajando el uso de las luces láser por unas menos impactantes, eliminando el prisma gigante de The Dark Side Of The Moon de 2018 por una serie de triángulos a lo largo de esa pantalla en cruz.
La energía de Roger Waters es interminable, dándolo todo a lo largo de casi dos horas de espectáculo y tocando e interpretando temas indispensables de la historia del rock. Aunque es imperdonable no asistir a ningún concierto del británico, en esta ocasión se ha echado de menos ese concierto impactante tanto musical como técnicamente que nos brindó hace 5 años. Con suerte, el bajista seguirá los pasos de sus coetáneos Rolling Stones y seguirá realizando giras de despedida durante muchos años más para seguir sorprendiendo a los que no se conforman con una simple actuación en directo.