Poca cosa podríamos decir sobre el cantante de Santander que pudiera romper con su carácter enigmático. Con tres discos publicados, Ángel Stanich se ha metido en el bolsillo las miradas de toda la crítica y la fidelización del público más alternativo. Podríamos decir mil cualidades de su música, que pasarían desde un rock setentero rescatado en el panorama nacional hasta unas letras icónicas que rozan el contenido alucinógeno. No obstante, lejos de vestir la imagen del cantautor, cosa que siempre sucede cuando se trata de describir un artista en su singularidad, hay un elemento excepcional en el cántabro. Y ésta es su presencia, que sería algo inútil intentarla describir porque, precisamente, se define por ser rara avis.

Con una voz peculiar pero hipnótica, que recuerda a la melosidad juguetona de otras voces rockeras sudamericanas, se alza al escenario de una forma introvertida y cerrada pero a la vez impetuosa, reclamando la atención sobre su propia figura de forma inevitable. Como un juego de sombras a qué el público intenta dar luz, Stanich nos acoge de una forma embriagadora en unos ritmos pop y progresivos con aires folk; de letras punzantes que utilizan lo anecdótico para hablar, de un modo siempre enmascarado, de lo solitariamente doloroso.

 

Sin apenas apariciones en medios, nos contentamos con poco pero siempre sabe a oro. No se trata de ver a Ángel Stanich tocando “Carbura!” en directo sino sentir esa potencia de la banda y de temas en un directo que solamente puede existir en esa confluencia particular. Vivirlo para decir «oye, sí, esto es lo que debe ser la música«.

Mostrará ese magnífico directo el 20 de enero en La Riviera (Madrid). Entradas en Wegow.

 

Por Andrea Genovart