Probablemente estéis tan hartos como nosotros de leer crónicas de conciertos, críticas de los discos más recientes y comentarios sobre los vídeos populares del momento. Es por eso que hemos decidido dedicar un post a algo básico de lo que se habla demasiado poco: las salas, ese lugar donde la música cobra una nueva vida ante nuestros sentidos y cuya correcta elección es básica. Esta lista de las diez mejores de Barcelona de ningún modo pretende mostrar la verdad absoluta, solamente ser una guía para quien quiera fiarse de ella.
Las 10 mejores salas de conciertos de Barcelona
10. Almo2bar
El corazón de Gràcia acoge la sala Almo2bar, a la que tengo especial aprecio por dejar cabida en su programación al Cicle Indiscret, que poco a poco va ganándose la popularidad que merece. Pese a los tira y afloja con los que varias veces hemos tenido que encontrarnos más de uno respecto a horarios de apertura y aforo, esta sala subterránea no podía faltar en nuestra lista. Su característica larga pero estrecha pista suele causar empujones y furtivos escabullimientos para no quedarse al fondo. El sonido pierde excesiva intensidad a medida que uno se aleja de él y, al tener un escenario de escasos dos palmos de alto, se complica la visibilidad. Además de que para las primeras filas se convierte en un perfecto partidor de espinillas y, al crearse el más mínimo pogo, se corre el riesgo de acabar sobre los pedales del guitarrista o abrazado a las piernas del cantante. Pero hemos venido a pasarlo bien, ¿no? Entonces este es el sitio adecuado.
9. BeCool
Aunque hayan sido escasas las veces que he ido (probablemente porque Francesc Macià es una zona que no suelo frecuentar), albergo recuerdos tan buenos que ha adquirido un lugar especial en mí. Es complicado imaginar cómo un sitio que en un santiamén se llena de gente con ganas de fiesta las noches de sesiones puede parecer otro completamente distinto cuando de uno de los conciertos íntimos que programa se trata, pero la BeCool tiene el don de conseguirlo. Tras escasos diez años de vida y trabajo cabe destacar su buena acústica y, por supuesto, lo bien situado que está la taberna deportiva Dublin’s justo al lado (donde, por cierto, también se realizan conciertos acústicos).
8. Sidecar
Con más de treinta años de conciertos y sesiones a sus espaldas, la Sidecar Factory Club ha logrado ser uno de los locales con más renombre de toda la ciudad. A base de no pretender encerrarse en un solo estilo musical y ofrecer un amplio abanico de eventos, bajo su techo pueden sentirse como en casa punks, indies o, como ellos mismos dicen, “todos los estilos sin cabida en las radiofórmulas”.
Aún así, a ese hogar empiezan a salirle grietas. Parte de su encanto es el factor subterráneo: al bajar sus escalones uno se adentra en un refugio de techo ovalado y enladrillado con una barra de bar al lateral y un tímido escenario al fondo, y si a todo esto se le suma su rojiza iluminación el resultado es un ambiente íntimo complicado de igualar. Aunque, puestos a tratar cosas complicadas, hablemos de contactar con el exterior. La cobertura allí abajo es tan inexistente como un adecuado sistema de ventilación, pero ni eso ni los problemas de sonido que suelen experimentar los grupos al salir del cochambroso backstage puede eclipsar el cariño que los barceloneses sentimos hacia la Sidecar. ¡Larga vida a las luces eclécticas del baño! ¡Larga vida a los lateros de Plaça Reial!
7. Continental
También en Gràcia, dentro de este templo personal uno puede disfrutar de numerosos cocktails con sugerentes nombres mientras se deleita con el concierto o el dj set programado para la ocasión. No deja de sorprender a los nuevos asistentes la disposición del escenario, pues está separado del resto del local por unas escaleras que llevan a la salida de emergencia y el batería suele tener que encajarse en un hueco tras un muro. En los conciertos tranquilos, a veces, los tragos de más hacen que la gente no controle el volumen de su voz y la fusión bar-sala de conciertos empieza a parecer una mala idea, pero si se piensa detenidamente no es algo de lo que en las grandes salas nos libremos. Desde aquí os animo a dejar que un paseo cualquiera se alargue hasta la Continental e intentar superar el reto de sacar una foto donde salgan todos los miembros del grupo. No vale fotografiar la televisión que retransmite en directo el concierto.
6. Apolo
En este artículo pretendía no mencionar los lugares archiconocidos de la escena barcelonesa, pero no sé a quién quiero engañar fingiendo que precisamente Apolo es uno de sus pilares. Pese a que abrió sus puertas hace ya sesenta años, cuando no era más que una sala de baile, hasta los noventa no se ofreció el primer concierto en directo entre sus paredes y de ahí ha ido evolucionando hasta el nido de electrónica, fiesta y espectaculares directos que tenemos hoy. Se siguen conservando las luces y decorados de sus primeros años, y el humo que baña el escenario junto a la iluminación roja nos hace imposible no imaginar el cabaret que fue antes.
Ese ambiente único, aún así, no logra ser bastante contrapeso para dar menos importancia a los fallos de sonido que suele tener la sala durante los conciertos; las primeras filas de la Apolo suelen llevarse la peor parte mientras, a medida que uno se aleja, el sonido mejora. Respecto a las fiestas que se organizan solamente hace falta ver la cantidad de gente que se reúne allí sea el día de la semana que sea: para todos los gustos y de lo más demandado de Barcelona.
5. Freedonia
Ya entre los primeros puestos de la lista encontramos una de las asociaciones favoritas de la Ciudad Condal. Escondida tras una discreta puerta se encuentra la entrada al local del que a día de hoy aún no sabría hacer un plano. Después de atravesar el bar, pasar por delante de los baños y aparecer en una especie de recibidor donde las bandas plantan su mesa de merchandising, solamente falta girar un pomo y atravesar la puerta que da, por fin, a la sala de conciertos. Pequeña y prácticamente sin decorado tiene el espacio justo para un escenario respetable, una esquina donde el técnico de sonido pueda hacer de las suyas y una pista que pocas veces he visto vacía. Además de un sonido envolvente le caracteriza una auténtica locura de luces incansables que distraen incluso al más metido en la música. Por si con eso no hubiese suficientes motivos para ser un asiduo de la Asociación Freedonia, el trato por parte de los trabajadores es tan bueno que cuando quieres darte cuenta has perdido a tus amigos y estás en la entrada fumándote un cigarro con el portero. Y encima luego te paras a pensarlo y ha merecido la pena.
4. Razzmatazz
Si lo que he oído es cierto y esta es la sala favorita para del menor de los hermanos Gallagher no podía arriesgarme a ignorarla dentro de este ranking, pues lo que diga Liam va a misa, aunque yo no sienta especial apego por la Razzmatazz. El sonido es más que bueno pero los precios en barra desorbitados y la organización lamentable. La principal de las salas que alberga el edificio tiene un segundo piso desde el que se pueden ver los conciertos con más calma o, si eres griego, estás borracho y te llamas Yannis Philippakis, puedes usarlo como trampolín para lanzarte al público. Las fiestas en Razzmatazz se salvan por dos factores: la terraza donde se pueden mantener conversaciones dignas de enmarcar con guiris drogados y el hecho de que haya un DJ en los baños. Por lo demás nada destacable a parte de una masa de gente sudada y apretujada que ha pagado un dineral por pasar la noche en esas condiciones.
Muy al contrario de lo que pueda parecer con mis palabras, la conocidísima Razzmatazz no es un antro de la tortura; está realmente bien, traen a artistas de una talla más que considerable y no quiero que nadie se deje llevar por mis malas experiencias. Además de que, volviendo a las noches de fiesta, hay numerosas salas dentro del edificio y, a base de ir probando, no es complicado encontrar una en la que te sientas a gusto. Si mis amigos insisten cada fin de semana en ir debe ser por un buen motivo y seguro que alguno de vosotros lo encontrará fácilmente.
3. Hi Jauh USB
Escondida en una callejuela estrecha encontramos la asociación con mejor ambiente que he visto jamás. Tan solo al adentrarte a la terraza que se encuentra antes de la entrada uno se siente como si acabase de pisar la tierra prometida, donde no hay nadie sin un vaso en la mano charlando apasionadamente sobre cualquier tema del que no entiendes ni la mitad. Solamente en esa atmósfera idílica podían nacer grupos como Gúdar, Hibernales, el homenaje a Beef, Ran Ran Ran y Tirana. Por ahora. Una vez dentro, además de un local estrecho e íntimo con adornos que no dejas de descubrir o tal vez no dejan de crecer, hay un minúsculo escenario sobre el que se han visto nacer y crecer(se) numerosas bandas que, con suerte, no morirán. Entre otras muchas curiosidades, uno no debe irse de la Hi Jauh sin hacer una rápida visita a sus variopintos baños o sin ver cómo los artistas van con un cromo de fútbol a la barra para pedir la consumición que les pertenece.
Pese a que no sea demasiado conocida prometo que yo no soy la única persona a la que ha dejado embelesada este lugar, incluso Las Ruinas, una de las bandas emergentes de la ciudad, hablan de la Hi Jauh en una canción. Y si lo que dice Liam Gallagher va a misa, lo que cantan los tres miembros de este grupo es palabra del Señor por lo menos.
2. La [2] de Apolo
He hablado ya de la Sala Apolo, pero me ha parecido apropiado dar un puesto exclusivamente para La [2]. Programa fiestas maravillosas y, entre ellas y los espectaculares conciertos, sin quererlo ni beberlo, acabas dándote cuenta de unas cuantas cosas. Pasas más horas del día allí que con tu familia, los del kebab saben exactamente qué ingredientes ponerte cuando apareces en su puerta a las tres de la mañana muerto de hambre, conoces a todos y cada uno de los lateros que venden cerveza a un euro, te has aprendido de memoria el orden de las canciones que pincha el DJ y los de seguridad te saludan por tu nombre. Cuando el plan de fiesta es ir a La [2] de Apolo la diversión está asegurada pero, como el recuerdo completo de la noche no suele ser algo frecuente y desde la sala se preocupan de estas cosas, incluso hay un fotomatón cuyas fotos a la mañana siguiente puede ayudar a rellenar esos vacíos que todos hemos sufrido.
Las entradas de los conciertos allí son más que asequibles, el entorno muy agradable y el escenario es lo bastante alto para poder ver a los artistas incluso desde el fondo de la sala pero no tanto como para formar parte de una actuación distante. El sonido es infinitamente mejor que en la principal y, al formar parte de un ambiente tan cálido, uno acaba sintiéndose como en casa.
*. Heliogàbal
Quiero comenzar diciendo que este no es un primer puesto; es un bonus. De hecho no hay primer puesto. Este apartado está dedicado a la Associació Cultural Heliogàbal, que con más de veinte años de duro trabajo a sus espaldas y una amplia oferta de recitales, conciertos, exposiciones de pintura, fotografía, fanzines, etc. actualmente se ve en la obligación de cerrar, aparentemente de forma temporal. Por si pese al revuelo que causó esta situación en las redes sociales no sabéis de qué trata el asunto, en su facebook informan de todo a medida que tienen noticias, de manera que ahí os podéis informar adecuadamente y mejor de lo que podría explicar yo en este post. Parece ser que con el evento que organizaron en Razzmatazz hicieron bastante caja para pagar casi completamente la multa y, tras mucho luchar, ahora solamente queda esperar a superar las inspecciones, proyectos y estudios. Con suerte, después de verano podremos volver a disfrutar del local que da alma a Gràcia.
Desde Wake And Listen queremos transmitir nuestro completo apoyo y añadir una sola cosa más: ¡L’Helio no es toca!