Por El Indigente
Durante varios fines de semana del verano de 1969 se celebró, en el Mount Morris Park, el Harlem Cultural Festival, o el que se llegó a denominar, el Black Woodstock o Black Power, tanto porque en esas mismas fechas transcurría el famosísimo festival de Woodstock, como porque durante todo su desarrollo fue una reivindicación de los derechos civiles de la comunidad negra, una expresión del dolor y la opresión a que estaba sometida, que el documental expresa con imágenes y testimonios del asesinato de Martin Luther King y de los Kennedy, con la entrevista de un reportero de televisión a uno de los asistentes que en respuesta a la pregunta sobre que pensaba de la llegada del hombre a la luna, hecho que aconteció en esas fechas, contestó: “con todo el dinero gastado se podría a haber alimentado Harlem durante décadas” o con la actuación final de una soberbia Nina Simone, su piano y sus canciones protesta (entre ellas, “To be young, gifted and black”).
El Woodstock africano de Harlem
Quizá fuera por esta última razón por lo que el documental estuvo guardado (enterrado), durante medio siglo, hasta que el músico batería de The Roots, Questlove, director del documental, sacó a la luz las escenas y secuencias que entonces se rodaron con un gran despliegue de medios (40 horas de rodaje), a las que ahora se han añadido algunas imágenes conservadas por alguno de los asistentes y rodadas en las antiguas Super 8.
Pero con independencia de las reivindicaciones de los activistas (de la seguridad el festival se encargaron Las Panteras Negras y no la policía), el documental es pura música, ritmo y cultura negra y, salvo las entrevistas actuales que entrelazan las distintas actuaciones musicales, entrevistas realizadas a alguno de los participantes, a los encargados del montaje y organización del evento o incluso a los asistentes a los conciertos (uno de ellos, el productor y actor Musa Jackson, entonces con la edad de 5 años), la fuerza de la película, de sus imágenes y sonido, la encontramos en cada una de las intervenciones de los músicos y cantantes y en las tomas donde aparece el público asistente, con sus bailes y danzas, vestimentas, peinados y raíces africanas. Hay Soul, pero también (y mucho), Gospel, Blues, Rhythm and Blues, Motown, Jazz e, incluso, algo de música latina junto al auto homenaje que el propio director (en su condición de batería), se atribuye al incluir las actuaciones de percusionistas como Ray Barreto y Mongo Santamaría o del gran Max Roach.
Y la música la ponen estupendos músicos y vocalistas, sobre todo mujeres, como la reina de la música Gospel, Mahalia Jackson; o la emperatriz del soul, Gladys Knight, que aparece con The Pips, en una actuación memorable que nos lleva a los orígenes del Motown; o la voz grave y profunda de una de las cantantes de jazz más emblemáticas, Abbey Lincoln; o la inconfundible e icónica Nina Simone y su golpeo con fuerza de las teclas del piano. Destaca y mucho el Gospel, con el reverendo Jesse Jackson o el inconfundible tono de voz de Mavis Staples (de los Staples Singers), quien toma un papel protagonista en las entrevistas que le realizan para describir las sensaciones que tuvo durante el Festival. También hay Blues, con una breve pero profunda intervención del maestro B.B. King y rhythm and blues, a cargo de Sly & The Family Stone, a los que se atribuye uno de los orígenes del funk (sorprendió a los asistentes, como dato anecdótico, que su batería fuera blanco); y hay Motown, con la participación de David Ruffin, ex Temptations y algo de música hippy con The 5th Dimensión, al interpretar dos piezas del musical Hair, “Acuario” y “Let the sun shine” que, como ellos afirman en la entrevista, se convirtió en un éxito de ventas.
Y dejo para el final a Stevie Wonder, aparece al principio y al término del documental, con la edad de 19 años, primero marcando un ritmo personal del soul con el que nació su talento y después, en la última secuencia final, con un solo de piano de imposible calificación, que te eleva a las alturas del jazz blues fusión, impregnado de un memorable ritmo africano, colofón de un documental extraordinario.
Summer of Soul ya está en cines.