Segunda entrega de la serie de artículos colaborativos en los que los lectores de Wake And Listen compartirán sus vivencias más memorables en conciertos y festivales. La música en directo siempre produce historias para recordar, algunas de ellas no podrán borrarse de la memoria de aquellos que las han vivido, por lo que recopilarlas todas en un artículo puede ser un bien muy interesante para todos los amantes de la música.

Los mejores conciertos en España

Los mejores festivales en España

En cada artículo compartiremos un máximo de 5 historias memorables. A medida que vayamos recibiendo más, crearemos nuevos artículos. Si quieres enviarnos la tuya, escríbenos a [email protected] con tu nombre, título de tu historia y dónde quieres que te enlacemos, o contáctanos por MD en nuestro Instagram.

 

2011: del BBK al FIBBy Jorge Pardo

Llevo unos cuantos festivales a la espalda, pero guardo con especial recuerdo todos a los que acudí en 2011, año en que me “desvirgué” en lo relativo a grandes eventos musicales. Hasta entonces, solo había ido a un concierto serio en mi vida –Metallica, en el Palacio de los Deportes de Madrid, dentro de su gira ‘Death Magnetic Tour’, en 2009– y la novatada, tarde o temprano, se acaba pagando. Hace nueve años conocí a la que ahora es mi familia madrileña en el entonces SOS 4.8, celebrado en Murcia. Eso fue en mayo. Dos meses más tarde, en julio, mis amigos Álvaro y Dani y servidor decidimos ir al Bilbao BBK Live. Esperábamos ver a Amy Winehouse en el que podría haber sido uno de sus últimos conciertos –falleció un par de semanas más tarde–, pero canceló y tuvimos que conformarnos con tragarnos uno de los mayores chaparrones que recuerde. Yo, novato, iba con una tienda canadiense de los años 80 que me prestó mi tío, que aún guardaba esencias de alguna sustancia psicotrópica, y que, por supuesto, no sabía montar –todavía hoy sigo sin entender cómo levantáis esos campamentos sioux donde cabe vuestra familia y la del vecino–. El domingo llovió. Nada raro en el País Vasco, pero todo un reto si pretendes mantener todo el equipaje seco. Desistí. Cogí la mochila cuando el día empezaba a despuntar e inmediatamente después de un concierto de los The Chemical Brothers. Con todo a cuestas, me pareció una genial idea bajar desde Kobetamendi a la estación de autobús y pirarme a Logroño. Mis colegas, durmiendo como si nada.

Apenas dos o tres días más tarde –y sabiéndome a poco– cambiamos el clima húmedo de Bilbao por el semidesértico de Benicàssim. Nuestro primer FIB. Esperaban, entre otros, The Strokes, Arcade Fire o Arctic Monkeys. Fue en este último concierto en el que a otro amigo –sí, por suerte esta vez mi amigo no soy yo– le cayó un mini sospechoso en el hombro. Un vaso lanzado por cierto guiri que creyó que, por lo que fuese, necesitaba poner a remojo al público. Él dijo que era cerveza, pero doy fe de que, de haberle tomado la temperatura al líquido, hubiese dado positivo por coronavirus. Mientras tanto, Alex Turner y su tupé, impasibles como si nada en el escenario. Poco nos ha pasado viendo el nivel de escatología que se mueve en los baños de cualquier festival. Porque esa y no otra es una de las cosas que más echas de menos cuando estás fuera: tu taza del váter. Haced la prueba: cerrad los ojos e imaginaos en una de esas cabinas portátiles sin limpiar, rebosantes de olores y texturas que ni imaginabais… ¿A que la cuarentena no es para tanto?

 

Otra copa, por favorDCODE 2017By Lucas Izuzquiza

Son las cinco de la tarde y estamos bebiendo en el césped de la facultad de Farmacia. A pocos metros, en el Cantarranas de la Complutense de Madrid, el DCODE va cogiendo ritmo. Le hemos dado un respiro a nuestras carteras y hemos abandonado el festival durante un par de horas para hacer botellón. Somos un grupo de unas diez personas, charlando tranquilamente sin molestar a nadie. Y, cómo no, aparece la policía.

Me ocurre, y supongo que también a mucha gente, que tengo mucho miedo a la policía. Si voy por la calle paseando para visitar a mi abuela como buen nieto y me cruzo con un policía, me acojono. Aunque no haya hecho nada malo. Siento terror por el poder que tienen y la libertad de que disponen para hacer uso de ello.

Por eso, cuando apareció aquella pareja de polis, nos levantamos en seguida pidiendo mil perdones, prometiendo no volver a atentar contra la ley y asegurando ser gente educada y respetable. Uno de los dos daba especialmente miedo. Joven. Calvo. Excesivamente serio. Con ojos negros de escualo que te miraban amenazantes. En ese momento lo único que queríamos era que nos perdonasen la vida y nos dejasen volver al festival.

“De aquí no se va nadie hasta que rematéis esas botellitas”. Uno a uno, aquel poli calvo nos fue rellenando los minis hasta matar cada una de las botellas de ginebra, whiskey y ron, con un arte que aún hoy recordamos, incrédulos, antes de marcharse deseándonos un maravilloso día de festival. Sí, hay polis buenos en el mundo.

 

El cantante de The KooksSOS 4.8 2014 (WARM UP Festival) – By Nombre Anónimo

Siempre nos fascinó el arte de ligoteo de nuestro amigo CV en los festivales. Consistía en un simple saludo. Sencillo pero eficaz. Un saludo que en realidad era una leve caricia en la nuca de la muchacha en cuestión. Ella se daba la vuelta y a CV le bastaba con observar para saberlo. Si sonreía al verle, a veces no necesitaba decir nada. Nunca entendimos qué clase de magia desprendía aquella caricia de medio segundo. Pero el caso es que funcionaba.

Un día simplemente dejó de hacerlo. Imagino que se cansó de que todo fuera tan fácil. El ser humano es inconformista por naturaleza, y nuestro amigo CV necesitaba de nuevas motivaciones para seguir existiendo. Y por eso decidió probar algo diferente, extremadamente ambicioso.

Era la una y media de la mañana y The Kooks se desenvolvían en el escenario principal del SOS 4.8 de Murcia, mientras miles de fans bailaban “She Moves in Her Own Way”. CV fijó su mirada en una muchachilla morena, bajita, adorable, moviéndose torpemente al ritmo de una de sus bandas favoritas. Había llegado el momento. Se acercó, dispuesto a hacer historia. “Hola, soy Luke Pritchard, cantante de The Kooks”. No necesitó decir nada más.

 

La leyenda de KikoBBK 2016By Pedro González

No conozco a un ser humano con más energía que nuestro viejo amigo Kiko. Jamás le hemos visto dormir, y sólo una vez uno de nosotros fue testigo de un momento de paz, sentado plácidamente en un sofá leyendo un libro. La primera vez que le vi me ofreció las llaves de su coche. Él iba demasiado borracho para conducir. No sabía ni mi nombre. La segunda vez nos obligó a jugar a la ‘tarjeta rusa’. Palmamos cada uno 30 euros. Le salieron gratis todos los ‘pisco sour’ de la noche.

La tercera vez que nos vimos fue en el BBK 2016. Se vino con nosotros desde Madrid, y no pisó el apartamento en tres días de festival. Le perdíamos nada más entrar al recinto y nos reuníamos con él para tomar el aperitivo por el centro de Bilbao la mañana siguiente. De vez en cuando nos mandaba algún mensaje del tipo: “Qué onda chavaleros, veníos al Basoa, estoy en el escenario”. Y por si no nos lo creíamos nos mandaba un vídeo con el DJ de turno.

En uno de esos mediodías de vermú y pintxos, paseando por las calles de aquella maravillosa ciudad, fueron varios los grupos de amigos que reclamaron su atención para fotografiarse con él y compartir los recuerdos vividos juntos la noche anterior. Kiko, cual estrella de rock, atendía a sus fans sin rechistar, para confesarnos poco después que no se acordaba de ellos. En una de esas nos dio por preguntar. “Estuvimos ayer desayunando con él. Casi habíamos terminado de bajar el monte Kobetas y a nuestro lado se paró un taxi que también venía de arriba. El taxista se bajó, abrió el maletero, y de allí salió Kiko, fumándose un piti”. Cuatro años después, la gente sigue preguntando por ese tal Kiko en el Casco Viejo de Bilbao.