manel-cronica-madrid

Que España ha dado un paso adelante respecto a su receptividad con las músicas de algun rasgo minoritario, alejadas de lo que puede concebirse en el marco del ranking nacional de los 40, es una obviedad. Diez años atrás sería impensable que, un grupo que canta folk en lengua catalana, agotara las entradas por segunda vez consecutiva en Madrid y con un éxito in crescendo en un repertorio de 4 discos. Hoy, no es sorprendente sino justificable: somos y sabemos ser más modernos.

El pasado miércoles 29 de marzo, la Sala But acogió a los Manel con motivo de la nueva estrateiga del festival Tomavistas, Tomavistas ciudad, que trae bandas en otras fechas y en salas de la ciudad, pero en coherencia con sus propuestas emergentes de indiscutible calidad. El cuarteto de Barcelona inauguró esta serie de conciertos en la urbe y de modo inmejorable; así pues, el sold out, ante semejante directo, es comprensible, una vez más. Si bien es sabido la línea evolutiva que llevan detrás, hoy muy alejada de ese sonido de ukelele minimalista tan presente en Ai, Dolors – pero que, gracias a dios, no abandonan de su set list -, sus conciertos siguen conservando ese modus operandi tan genuino y modesto. Su directo se da, básicamente, como se dan las cosas cuando son naturales, cuando no pueden ser de otra manera.

Sin ser de moverse mucho por el escenario y menos hacer el cabra, nada que ver con los jovenzuelos excéntricos que quieren ser referentes de un tipo de vanguardia transgresiva, el grupo mostraba su alegría y comodidad dejando entrever leves movimientos de cadera acompasados con los ritmos de sus temas más movidos – que cada vez son más. Manel irradió con una fuerza magistral la sala de Tribunal, energía promovida por un sonido impecable, posiblemente causa de una coordinación milimetrada en sus directos. El sonido, pues, y como hasta la fecha, era un sonido neto que devolvía esa sensación de control y proyecto bien cuidado ante el riesgo de un repertorio de Jo competeixo (2016) de mucho rock. De hecho, cabe mencionar como ese sonido sofisticado, que también bebe de la electrónica y los sintetizadores, ha provocado versiones de aquellos temas que llevaban la marca de los Manel por ser canciones anecdóticamente intimistas y entrañables, como es el caso de la magnífica Desapareixíem lentament. Por otro lado, queda admitir las capacidades de habladuría, nunca tangibles de un modo tan exagerado, de un vocalista que demuestra que no hay truco sino habilidad en esto de hablar a mil por hora y de forma atropellda como sucede en Les cosines, tema donde se intercalan registros y géneros de forma esquizofrénica. Desde abajo uno solamente podía apreciar la profesionalidad de una música de una prolífica personalidad que, merecidamente, ha conseguido llegar al número uno de ventas nacionales siendo la primera y única vez que sucede con un LP del mismo idioma.

No obstante, el concierto, a diferencia de la anterior vez que pisaron Madrid a través de la Joy Eslava, no fue una carta de presentación de esa última publicación que habia generado tantas voces y debate. Esta vez había un reclamo a la participación y la fiesta conjunta de un modo más palpable, regalando parlamentos algo más extensos entre tema y tema – pocas veces esto ocurría, no deja de tratarse de Guillem Gispert – más bromistas, más elogiadores, más gamberros; se notó, sin dudas, que Manel empieza a saber ya de una forma sólida que fuera de Catalunya los apreciamos una y otra vez – «aquí la gente es de nueve para arriba», dijo el cantante en un momento dado cuando comentaba la sala Ochoymedio.

Como siempre, la fidelidad fue palpable al volver a las raíces de aquel folk y instrumentalidad acústica de una década atrás, donde todo parecía quedar en el tiempo inicial y despuntante de jóvenes que se reunen para ver qué es esto de componer. Pero ahí seguía la alegría de oir los primeros acordes de Al mar!, comparable a la unión colectiva producida por el himno de esta nueva etapa, La serotonina, homenaje a Juan Luis Guerra y pretexto para desmelenarse. Cabe recalcar, en esta última, esa retórica tan particular del cantante, que enlazó toda una serie de rimas improvisadas que iban sucediendose aleatoriamente, hablando del concierto en sí y enlazándose con la presentación del grupo; desmitificando, en definitiva, toda idea de hieratismo o de jóvenes algo insulsos.

Como un cóctel molotov, de lo que ya han sido y de lo que son ahora, solamente queda aplaudir frente a esa capacidad de encajar tanto y tan bien. Es en esa superación de la zona de confort cuando se pone a prueba la capacidad de los músicos; y ésta no fue superada con notable como mínimo, sino que pudimos comprobar que no solamente se trata de amoldarse a lo que venga sino de su comodidad. Y ésta última, existe porque hay un directo que, vengas de donde vengas, llegues a donde llegues, fluye y se contagia. Manel, a nosotros tambien (ens) agraden les vostres festes.


By Andrea Genovart. Foto by Vicente Jiménez.