Que este año el panorama musical ha sido revuelto, todos lo sabemos. Que Muchachito, después de tantos años, deje de estar acompañado por la banda Bombo Infierno es un ejemplo más. Y es que los años pasan para todos; y a veces cuanto más pasan, más pesan. Esta vez ha llegado el turno para este músico, que se aleja un poco de ser el rumbero que se apoyaba en una guitarra española que buscaba en lo minimalista lo callejero y se pasa a la eléctrica. Es evidente, pues, de qué trata El Jiro (2016).

Pero este pasado viernes Jairo Perera se movió como pez en el agua con este nuevo lado más rock y, según él, más creativo y personal de su carrera. No obstante, tampoco se recreó mucho en lo que viene a ser un concierto en motivo de la presentación de su nuevo disco. Es decir, no se trató de mera propaganda. Anunciando el fin de éste ya desde pasada la primera media hora, y jugando sistemáticamente con ello para sentir el constante reclamo por parte del público, cantó temas nuevos como viejos, alternando un repertorio de una forma tan amena que permitía mantener la tensión con él de principio a fin. Pero sin duda, el momento de la noche fue cuando subieron al escenario Tomasito, El Langui (La Excepción) y El Canijo de Jerez, de Los Delinqüentes. Éste no era el único de la banda, pues El Ratón acompañó a Muchachito como guitarrista – con la eléctrica, por supuesto – durante todo el show. Subidos al escenario, cantaron junto toda la sala “Pirata del Estrecho” a vivo pulmón. Pero no solamente vinieron para revolotear con ese tema, al contrario. Aprovechando la reunión de estos colegas de siempre, estuvieron más de diez minutos ahí arriba y porque tuvieron que bajarse para no robarle protagonismo al que tenía su nombre en el cartel, pues tenían motivos de sobra para quedarse y llevar la fiesta ellos solos. Felicitaron por sorpresa a El Ratón, Tomasito se puso a bailar como él sabe, dándole fuerte a la suela del zapato; el Langui improvisó un rap y tocaron durante un largo rato a modo jam session. Explosivo, como no podía ser de otro modo con tales ingredientes juntos.

Y es que se notaba que el cambio se cogía con gusto. Ya no solamente Muchachito, si no toda la banda. Había compenetración pero, sobretodo, mucha soltura. Era tangible su comodidad tanto a nivel particular como con la convivencia que implica una banda tan numerosa como la suya. Convivencia que, por otro lado, tiene mucho que ver con un tipo de imagen que caracteriza sus conciertos. Y es que la evolución del grupo no solamente es instrumental sino que también  la escena se ve afectada por ella. La modernización es, con más razón que nunca, visible para todos. Los famosos cuadros que pintan en el directo siguen estando, como no podía ser menos, pero ya no se trata de pincel sobre lienzo sino sobre papel, con el dibujante agachado detrás del escenario, con sus manos proyectadas bajo una cámara que lo plasmaba en una pantalla gigante encima del escenario de la Riviera como si fuera una retransmisión del programa Art Attack. Eso sí, hay cosas que deben seguir siendo como han sido siempre: Muchachito con chándal y, ya al final de la noche, sudando y enérgico, sin camiseta. Y es que lo que pudimos comprobar el pasado viernes es que no se trata de una mera mudanza de etiqueta de género sino, sencillamente, una evolución natural que encaja a la perfección porque es algo que no deja de tener eso de genuino que el de Santa Coloma de Gramenet siempre ha tenido en todo su camino, que aunque ya es largo, siempre nos lo hace llano y gozoso.

By Andrea Genovart