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El sábado tenía lugar en Madrid el enoFestival, un encuentro entre la música y el vino en pleno centro de la capital que celebraba su tercera edición. El lugar era ideal, el Círculo de Bellas Artes, y la excusa de beber vino mientras disfrutabas de un concierto era perfecta. Cuando lo vimos pensamos ¿vino y música? Allá vamos.

Y con esas nos plantamos allí. La cosa comenzaba prontito, a las 12:30 de la mañana. Nosotros llegamos a una hora prudente, ni tarde ni pronto, cuando en el escenario sonaban los acordes de Manu Ferrón. Antes, al llegar al Círculo, subimos en el señorial ascensor hasta alcanzar la cuarta planta y nos encontramos con aquella sala plagada de gente bebiendo su buen vino, entablando conversaciones sobre esto y aquello. Era pronto y el ambiente estaba tranquilo. Nunca nos imaginamos como estaría aquello horas después, cuando volvimos tras realizar una pequeña parada en el Make Noise Malasaña. Pero eso viene luego.

En cuanto al espacio, había diferentes salas de catas, además de sorteos y diversas actividades. La organización fue muy eficiente, ninguna pega. En cuanto al tipo de personas que acudieron al estival podías encontrar desde el caballero que había ido para degustar un crianza del 65 hasta el mayor ultra de Disco Las Palmeras! La heterogeneidad era evidente. Quien quisiera podía quedarse en la sala previa al escenario principal bebiéndose su vinito mientras que el que quería potencia y ruido se adentraba en la sala principal con el escenario y la ya mítica barra de Magno, la bebida del día.

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A mitad de la tarde, con la primera impresión ya reconocida, tocaba poner en pausa el enoFestival para ir a Malasaña y vivir el Converse Make Noise, festival que juntó en el mismo día y de forma gratuita los conciertos de Los Wallas, Los Nastys o Deers en diferentes puntos de la capital. La franja horaria que tuvimos la oportunidad de disfrutar fue de 17 a 19 de la tarde. Era el momento de Fotomatón Bar y de los conciertos de El Palacio de Linares, Jÿguer y Juventud Juché. Tres conciertos aún más heterogéneos que el público del eno, y de una media de duración hora cada uno. El Palacio de Linares con su alegre pop, Jÿguer con su «cabalgada psicodélica» y Juventud Juché con su crudo sonido rápido y distorsionado.

Tras esta breve parada en la que volvimos a comprobar la cantidad de planes de calidad que se pueden hacer en Madrid, comenzamos el camino de vuelta al eno para enfilar la recta final del festival. Y cuando volvimos a subir a aquella cuarta planta del Círculo de Bellas Artes, previa cervecita, y las puertas del ascensor se abrieron, pudimos comprobar que algo había cambiado. El ambiente era otro. El vino había hecho su efecto en la gente y ya nadie reprimía sus gritos y bailoteos en cualquier esquina de la planta. No importaba si estaba en la sala de las catas, la sala principal o la que daba al escenario. El entorno había ganado más, si cabe. El salón de mármol y las vistas del edificio de correos y sus proximidades, con la iluminación de lámparas y focos, era algo que se clavaba en tu mente.

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En ese momento, El Último Vecino estaban sobre el escenario. Una banda que nos sorprendió con su vibrante directo y con los movimientos sospechosamente parecidos de su líder a los del cantante de The Drums. De hecho, si llevabas algún vino de más y tu posición del escenario era lejana podías haberte pensado que los británicos estaban tocando «Let´s Go Surfing».

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Disco Las Palmeras! eran los siguientes. Unos señores del ruido con un efusivo batería que destacó por encima del resto. Presentaban en directo Ultra, su último álbum lleno de ganchos de derechas directos al mentón.

El frenesí era imparable y el surrealismo estaba a punto de llegar a su punto de ebullición. Antes del boom final con el concierto de Mujeres, unos cuantos concursos y sorteos buscaban su ganador que, aquí es donde empieza el surrealismo, nunca aparecía.

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Mujeres ya estaban ahí, para cerrar la fiesta, para montar un espectáculo jamás visto en el Círculo de Bellas Artes. El público quería echarse los últimos bailes y canciones como «Salvaje», «Soft Gems Pt.1» o «Amusement» eran ideales. Su sonido garagero de los 50 formó los habituales pogos nada más iniciar la actuación y no escatimaron en darlo todo a pesar de que el público había bajado considerablemente, posibilmente debido a los efectos tempranos del vino. Los que aún aguantaban el colocón asistieron a, posiblemente, una de las actuaciones más surrealistas de los catalanes. Crowd surfing, un señor aparecido de la nada ofreciendo vino, el asalto final del público al escenario y la seguridad del festival teniendo que intervenir cuando «No Volveré» sonaba como cierre y todos los valientes que habían conseguido subir eran los encargados de hacer los coros.

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También tuvieron tiempo de estrenar un par de temas, posiblemente de su nuevo EP en castellano. El sonido, una de las cosas a mejorar para próximas ediciones por parte del festival, no les dejó terminar de lucirse pero no importó, la actuación dio para mucho. Hemos tenido que poner las fotos más random en otro post aparte.

Y para terminar, un vino. Porque eso era de lo que se trataba, ¿verdad?.

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El año que viene, el enoFestival volverá con su 4º edición y promete superarse. Madrid ya está esperando otra combinación sin igual entre el vino y la música.

 Crónica by @RayVegas. Fotos by Fernando de Torres Valentí.