club del rio la riviera

En las siguientes líneas hablaré del arrollador concierto de Club Del Río el pasado jueves en La Riviera, o más bien, de cómo un grupo de ritmos latinos, sangre mestiza, pasión gitana y letras que viajan de lo cotidiano a lo trascendental, conquistaron una generación.

Ha llovido bastante desde aquel “Lunes” que supuso un monzón de agua fresca sobre nuestra música, una apuesta novedosa por un estilo variopinto de la mano de siete aventureros que presentaban de forma desenfadada en la Moby Dick su primer álbum.

Un discazo que dejó canciones grabadas en el imaginario común. “Erosión” o “Abrázame”, fueron adoptadas cada vez por más gente “Como forma de Vida”. Un ligero susurro, un secreto que corría como la pólvora entre una masa de lo más dispersa.

Como suele ocurrir cuando hay amor y las cosas fluyen, la emoción desborda y la corriente es imparable. Llegaba un segundo trabajo, el de reafirmarse, el de hacerse mayor, la confirmación de que habrá más amaneceres en el horizonte. “Montaña”, “Materia Gris” o el fiestón de “Estampida” aportaban luz cegadora sobre el talento y el duende de estos muchachos. Sin lugar a duda, estábamos ante una radiante realidad.

Sin mayor misterio que la simple ecuación de que lo bueno gusta y lo que gusta engancha, cada vez éramos más en sus conciertos. ¿Qué ocurría allí? “Se puede definir la electrización por contacto como la transmisión activa de un flujo de cargas de un cuerpo a otro».

Y así llegaron a un sold out en el Teatro Barceló, a rodearse de grandes músicos y a evolucionar como banda para traernos en forma de vasija ancestral su tercer trabajo: Sustancia.
Un tercer álbum que supone una mirada retrospectiva a sudores fríos, tiempos de reflexión, tiempos de calma, curaciones y cuentos varios. Todo ello sazonado de nuevas voces, colaboraciones fantásticas, altas dosis de compadreo, sonrisas, vitalismo y pies poseídos.

Y os preguntaréis, ¿por qué cuento todo esto para hablar de un concierto? Porque me resultaría imposible explicar lo allí ocurrido sin mencionar todo lo anterior.

El concierto no fue otra cosa sino “pedazos de sus adentros…” su historia, su evolución, el crecimiento exponencial de su público. Todo ello plasmado en una abarrotada Riviera que tardará mucho en olvidarlo.

Fueron canciones interpretadas con ese plus que sólo saben dar los mejores. Fueron apariciones predestinadas. Fueron bailarines improvisados por toda la pista. Fue un derroche. Fue una FIESTA.

Y, seguro… también, fue mucho curro, es tan evidente como de agradecer cuando un grupo prepara un concierto con tantas ganas, poniendo todo su empeño en hacer de ese momento algo imborrable.

De modo que Gracias, CLUB DEL RÍO, nos seguimos viendo, el cielo es el límite.

Crónica by Juan Girón

Fotos by Fernando Valentí